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  • Chikomexóchitl nació del vientre...

    Yuyultzin Pérez Apango


  • De trabajador temporal a migrante definitivo: el testimonio de Esteban García Hermosillo

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  • Reseña del libro Morenas de Veracruz. Fisuras de género y nación vistas desde la tarima, de Gloria Luz Godínez Rivas (Veracruz:

    Caterina Camastra


Chikomexóchitl nació del vientre…

Yuyultzin Pérez Apango
Facultad de Historia, Universidad Veracruzana
perez.apango92@gmail.com

Fecha de recepción: 21 de mayo de 2020
Fecha de aprobación: 20 de agosto de 2020

El maíz tiene relevancia cultural y simbólica dentro de la historia de los pueblos originarios porque ha sido, históricamente, la base principal de la alimentación. Por ello, se representa en diversas manifestaciones culturales: los mitos, la música, la danza, la ritualidad y la religiosidad. Es decir, es parte imprescindible de la identidad cultural mexicana.

Dada esa importancia, el relato que aquí se presenta es parte de las memorias orales de los pueblos nahuas o mexicanos, y mestizos de la sierra de Otontepec, en el norte veracruzano dentro de la Huasteca.[1] Estos pueblos mantienen una práctica agrícola, sobre todo de autoconsumo o de venta de excedentes en comercios locales; aún así, como parte de su memoria e historia, poseen un complejo pensamiento en torno a determinadas entidades sagradas que han sido vinculadas al campo y la actividad agrícola. En este contexto, el presente relato toma sentido, pues fue registrado a partir de una plática realizada con el señor Evaristo Bartolo Cruz, rezandero y wewetlakatl[2] de Tecomate, municipio de Tepetzintla, Veracruz. El objetivo central de la serie de pláticas[3] era indagar en las narrativas orales sobre los rituales agrícolas y las entidades sagradas vinculadas con éstos en la Huasteca veracruzana, considerando que existe una memoria colectiva que resguarda el saber local en torno a elementos fundamentales de su entorno sociocultural. Y es el plano agrícola y el maíz el eje de esta memoria y de la praxis ritual.

Dichas prácticas rituales, a su vez, se sustentan en una base mitológica, referida así porque intenta explicar el origen de la humanidad a partir de la creación del maíz, que realizó Chikomexóchitl, nuestro protagonista central. El mito de Chikomexóchitl “siete flores” o “el niño Maíz” se encuentra presente, además, en distintas comunidades nahuas, en la oralidad de los tének, totonacas, tepehuas y otomíes. Las variantes existentes se establecen de acuerdo al grupo étnico y sobre todo a aspectos relacionados con sus procesos locales, aunque en casi todos los casos el relato explica el origen del mundo porque da una idea de cómo se formó a partir del nacimiento del maíz. También expone la importancia de la música, la danza y las artes y la razón por la cual es imprescindible para el desarrollo de la vida: “Si no celebramos al maíz con eso, se puede enojar, y nos deja sin alimento”, según comentan los campesinos. “Por ello, aunque sembremos poco, se debe seguir haciendo la fiesta pa’l elote”. 

Ahora bien, este relato presenta elementos relacionados a la deidad central, Chikomexóchitl, cuyo nacimiento representa el origen de la vida humana. Describe las andanzas y peripecias que la deidad del maíz tuvo que pasar para poder salvar a su pueblo de la hambruna a través de la reproducción de él. Este tipo de relatos se conocen localmente como cuentos o kuentos, y tienen al menos tres funciones: 1) explicar el origen de algún elemento importante de la cultura, en este caso el maíz tiene ese lugar; 2) explicar con ello cierto momento, parte de la historia o celebración; 3) transmitir el saber local y cultural. En este sentido, Anuschka Van ’t Hooft explica de forma precisa que “los nahuas llaman kuento a todas las manifestaciones de su narrativa. Los términos kamanaltlajtoli (lit. palabras conversadas) o tlatempoualistli (lit. lo que cuentan los labios) se reconocen como sinónimos, sin embargo, el préstamo del español ha tomado cada vez más el lugar que ocupaban los vocablos en náhuatl”.[4]

Esos relatos adquieren sentido cuando son transmitidos en contextos específicos, como las celebraciones rituales, o bien, para recordar determinados hechos. En este sentido, Van ’t Hooft expone que “los relatos de la tradición oral nahua de la Huasteca se cuentan en el momento en que existe algún motivo que propicia su narración [...] Se transmiten sin ninguna restricción, es decir, en cualquier momento del día o del año y en cualquier situación interpersonal”.[5] Por tal motivo, es preciso señalar que el aquí se reproduce fue compartido por parte de don Evaristo —además de conocer los fines de investigación— en una charla entablada de manera previa a un rezo para la novena de San Miguel, y estuvo enmarcada en la explicación de la celebración del Elotlamanalistli,[6] que también considera como personaje central a Chikomexóchitl y a san Miguel Arcángel. Esta celebración es organizada por la casa campesina de Tepetzintla y una asociación civil[7] con la finalidad de revitalizar la cultura local. Se apoyan también en la Iglesia del pueblo, dado que se realiza en el marco de la celebración católica de san Miguel Arcángel (como en muchos otros lugares de la Huasteca).

La persona que compartió este kuento es un wewetlakatl o sabio, pues cumple la función de resguardo del saber tradicional. Este cargo lo ocupan los hombres mayores, quienes a través de los años, la experiencia, la práctica campesina y ritual, así como el don y los avisos por medio del temictli, los sueños, adquieren esta especialidad. Entre sus facultades se encuentran las de curar enfermedades como el mal ojo o mal aire y el entlasolamiento;[8] también se encuentran las de llevar a cabo bendiciones de pozos, de casas, de lugares sagrados, y de realizar ceremonias vinculadas al ciclo de vida: ceremonias de bendición del recién nacido, rezos de difundo y casamientos a la usanza, tanto en su comunidad como en las aledañas. Además, don Evaristo tiene también la función de ser rezandero y catequista de la parroquia de San Juan Bautista. Pertenece a la Pastoral indígena regional y se encarga, por tanto, de “llevar la palabra de Dios a quienes no pueden asistir hasta la cabecera municipal “, según explica él.

Esta actividad del testimonio aludido explica la singularidad del kuento aquí presentado que, contrario a otras versiones, Chikomexóchitl no nació de una pluma, de la caca del ave, de otra deidad, sino del vientre de una mujer que, además, desacata las normas morales de su casa e impuestas por su abuela, para que su hijo nazca. Ello y el valor que destaca el relato sobre el origen de la música, la danza, los instrumentos y el arte confirman el valor del presente kuento nahua.

Testimonio oral de Evaristo Bartolo Cruz[9]

Recopiladora y adaptación: Yuyultzin Pérez Apango

El Chikomexóchitl son las siete flores, que el maicito apareció por medio de una mujer que le decían Chikomexóchitl. Ella trajo el maíz.

Dicen que en la historia del maicito había una muchacha que vivía con su abuelita. Ella nunca quiso que su hija se casara y la tenía encerrada, pero también le había privado el derecho... pues de que no vas a... pero de suerte de que se enamoraron o no sé como llegó el joven y pues tuvo una relación con el joven. Y cuando menos lo esperó, la abuelita se dio cuenta de que la nieta, la nietita, ya estaba embarazada. Entonces pues como todo, pues nos enojamos como papás. Y ella pues ahí va, estuvo con su abuelita. Y la abuelita pues por más que hizo el esfuerzo por conservarla virgen, ya que no quería nunca que tuviera relación con el hombre, como quiera llegó a embarazarse y entonces la abuelita pues se enojó y al enojarse se esperó a que diera a luz, que se aliviara para ver qué hacer.

Por fin nació el niño. Entonces, una vez que se alivió la muchacha y que terminaron los treinta o treinta y cinco días, como es costumbre entre las parturientas, empieza a hacer sus quehaceres. Y decía la abuelita:

—Mira, hija, ¿por qué no vas a lavar al río? Vete a lavar al río. Yo me encargo de tu criaturita.

La muchacha se fue y obedeció a su abuelita, y ya cuando la abuelita pensó y le dio tiempo para preparar algo, mató a su nietito. Dicen que lo hizo en tamales. Ya cuando regresó la mamá, ya los tamales estaban hirviendo, ya estaban cociéndose los tamales; eran tamales del niño y entonces dicen que cuando estaba la abuela picando el niño, su espíritu saltó; le picaron el cuerpo pero el alma salió, y entonces pues lo picó puro cuerpo pero el alma salió del niño.

Entonces, cuando llegó la mamá, su abuelita le dijo:

—Ya come, hija, luego ya a descansar.

Y la hija cuando se va encontrando el dedito del niño. Le dice:

—¡No, abuelita! ¿Qué hiciste con mi niño?

—No pues no hice nada, nada más hice esto.

Y la muchacha se empezó a enojar y pues lloraba pues porque le mataron a su hijo. Y este niño pues se fue, se remontó a una montaña y ya cuando fue creciendo regresó a su casa a donde vivía su mamá. Y la encontró bordando. El niño estaba en un árbol, se subió a un árbol, que estaba arriba de donde su mamá. Dicen que cortó una hoja y escribió unas palabras muy finitas. Y la soltó para que caiga donde está la mamá. Ella lo agarró. Dice, si tuviera mi niño le enseñara esto, es muy hermoso. Y el niño le dijo:

—No, mamá, yo aquí estoy. No estoy muerto, aquí estoy. Mi abuela me mató pero yo salté y no estoy muerto. Así que aquí estoy.

Pa’ eso ya estaba grandecito, ya tenía como ocho años.

—Ay, hijo, pero ¿cómo es posible? —respondió la mamá así como queriendo llorar.

—Sí, mamá, yo soy tu hijo. Aquí estoy. Ahora vengo a vengarme de mi abuelita.

—Pero, ¿qué vas a hacer? Mejor escóndete o vete porque te va a matar. Te va a matar tu abuelita. Ella no quiere que estés aquí.

No —dijo el niño—, no tengas cuidado, mamá. Yo voy a ver cómo le hablo a mi abuelita. Y fue a visitarla. Le explicó la historia y lo que hizo. Entonces la abuela, enojada, dijo:

—Pero ¿cómo es posible?

Entonces le cambió la cara y parecía preocupada, le dijo:

—Hijo, tú estás muy enfermito. Te voy a curar.

—¿Me vas a curar?

—Sí, te voy a curar porque estás muy enfermito.

Y la abuelita dicen que hizo un temascal, que es algo que debemos recordar y que ahorita necesitamos recordar para las curaciones de purificación caseras: el temascal. Hizo un temascal. Ajá, porque los dioses así se curaban. Y todavía existe eso. Se curaban ahí, sudaba el enfermo o la enferma y ahí lo barrían con hojas en el dentro del temascal. Y entonces el niño dijo:

—Bueno, pues no hay problema, abuelita. Así, sí me vas a curar.

Y ya cuando hizo la abuela, la abuela mandó a hacer un temascal. Le metió fuego y lo tapó ahí, pero el niño de vuelta salió. Otra vuelta salió el niño. No se dio cuenta cómo salió el niño. Le metió fuego al temascal y de pronto dijo la abuela: se murió mi hijo, se murió mi nieto. Ahorita le voy a abrir. Al abrir ve que ya no hay nadie. No hay nadie. Y dicen que el niño se fue otra vez. Después dicen que el niño volvió y le dijo a la abuela:

—Bueno, abuelita, ahora te toca a ti. Ahora yo te voy a curar.

—No, mijito, no estoy enferma.

—Sí, pero te voy a curar, así como tu me curaste, ‘ora yo te voy a corar.

Entonces aquel niño ya era, dicen que ya era grande, que allá antes de que se estuvo entre monte y encontró y se volvió un granito de maíz y se levantó entre montaña. Entonces ese maicito se dio mazorca y se regó el maicito. Las hormigas lo acarreaban y lo llevaban a sus casas las arrieras. Y entonces va llegando un señor que vio que una plantita pues muy desconocida se está desarrollando en la casa de las arrieras y se levantó, se dio mazorca; y entonces dice que la historia que alguien le platicó, el señor que la vio dijo:

—¡Ése es maíz! Y vamos ahora para que lo sembremos, lo sembremos y vamos a producir. Vamos a ir con la música, con violín y danza para celebrar por ése que es nuestro alimento, por el maíz.

Bueno, pues así lo hicieron, pero entonces aquel niño hizo el temascal y metió a la abuela ahí, lo tapó bien. Por eso la abuela se murió. La abuela se murió totalmente, se hizo cenizas. Entonces el niño tomó las cenizas y las fue a regar allá en el mar, en el río. Ahí fue a dejar la ceniza, pero antes de eso, el niño pasó por unas pruebas: porque donde no sé cómo fue, pero dicen que nació maicito en la casa de la abuela y ella se dio cuenta de que fue donde sepultó al niño y vio que brotaba el maíz. Entonces ella lo cortaba, pero amanecía así otra vez. Entonces, dicen que le puso una tarántula para que cuando suelten el maicito se lo coma. Entonces, dicen que la tarántula estaba sobre el maicito y cuando brotó le traspasó a la tarántula y dijo:

—Tú vas a ser la raíz. Y por eso la raíz de elote parece como si fueran las manos de una tarántula. Y dicen que así la traspasó y ya quedó de raíz:

—Tú vas a servir de raíz; si mi abuelita ha puesto para que lo comas ora tú vas a...

Y ya quedó la tarántula. Ya quedó en el maicito.

Entonces ya cuando va, ya lo quemaron la abuelita pues pasó todo eso. Y le dice a su mamá:

—No, mamá, ahora ya somos libres. ‘Ora ya no hay qué…

—Tengo hambre, mamá —cuando él llegó lo había tirado una semillita y una hojita—.

—Pero hijo, somos pobres. No tenemos nada de comer.

— ¿Cómo no? Sí, mamá. Hay lo tiene tu nixcon,[10] está lleno de nixtamal.

— No, hijo, no tenemos.

—Sí, ve adentro de la cocina —le dice el niño— y ve, ahí está el nixcon lleno de nixtamal.[11]

Entonces la mamá fue a verlo y pues sí, estaba lleno. Lleno estaba, que levanta y cuando va ahí, está así [señala con las manos una distancia grande] el nixcon de nixtamal porque el niño hizo el maíz pues y así fue la historia.

Hay otra historia que dice casi lo mismo. Nada más que ahí llega un pájaro y trae en su pico un granito y lo tira a donde estaba la gente o unos animales, de ahí desarrolló el maíz. Pero se dice que el niño vino por medio de un tordo, y por eso embarazó a la muchacha. Así dice la historia, pero dicen que no, que tuvo la relación con varón, la mamá del niño, del maíz. Por eso tenemos maíz.


[1] La Huasteca, extenso territorio que abarca las porciones de los estados de Veracruz, Hidalgo, San Luis Potosí, Puebla, Tamaulipas y Querétaro. En la porción correspondiente al estado de Veracruz, la Huasteca se ubica en la parte norte, en los límites entre el río Cazones y lo que culturalmente se entiende como Totonacapan, y el río Pánuco.
[2] El wewetlakatl se refiere al hombre viejo y sabio, es decir, que conoce y que, por lo tanto, tiene autoridad. Proviene de Wewe-viejo y tlakatl-hombre.
[3] Se llevaron a cabo entre 2013-2016, en el marco de la investigación para mi tesis de licenciatura en Historia: Yuyultzin Pérez Apango, “Música y danza a Chikomexochitl. Memoria histórica de una comunidad nahua de la Huasteca Veracruzana, 1983-2014” (tesis de licenciatura, Universidad Veracruzana, 2016).
[4] Anuschka Van ’t Hooft, “Chikomexochitl y el origen del maíz en la tradición oral nahua de la Huasteca”, Destiempos, año 3, núm. 15 (2008), 56.
[5] Van ’t Hooft, “Chikomexochitl...”, 56-57.
[6] Elotlamanalistli o tlamanas es la ofrenda al elote o a Chikomexochitl, que se realiza para agradecer y pedir que llegue a buen término la cosecha de maíz. Suele celebrarse en relación con el día de san Miguel Arcángel, el 29 de septiembre.
[7] Huitzitzilin, Unidos por la Cultura, A. C.
[8] Entlasolamiento, es un padecimiento similar al “mal de ojo” que se relaciona con la basura (tlasolli). Este ocurre cuando una persona infringe ciertas reglas morales, entonces adquiere energías que se entienden como “basura” o con una cualidad mala. Dicha persona puede entlasolar o “pasar estas energías” a alguien más, con una cualidad débil, incluso a elementos comestibles.
[9] Es originario de Tecomate, municipio de Tepetzintla. La charla tuvo lugar el 21 de septiembre de 2014.
[10] Olla de barro con agua con cal para cocer el maíz. También se conoce como nixcomil (nexatl-lejía, cal o agua con ceniza, y comitl-olla de barro).
[11] Nixtamal es el proceso de adición de una solución de cal al maíz con el fin de realizar la cocción del maíz con agua y cal viva para poder hacer masa.

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Narrativas Antropológicas, primera época, año 2, número 3, enero-junio de 2021, es una publicación electrónica semestral editada por la Dirección de Etnología y Antropología Soocial del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Secretaría de Cultura, Córdoba 45, col. Roma, C. P. 06700, alcaldía Cuauhtémoc, Ciudad de México, www.revistadeas.inah.gob.mx. Editor responsable: Benigno Casas de la Torre. Reservas de derechos al uso exclusivo: 04-2019-121112490400-203, ISSN: en trámite, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización del número: Íñigo Aguilar Medina, Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH, Av. San Jerónimo 880, col. San Jerónimo Lídice, alcaldía Magdalena Contreras, C. P. 10 200, Ciudad de México. Fecha de última actualización: 31 de diciembre de 2020.

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