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    Oscar Uriel Camacho Chávez


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Cuatro rumbos y un centro: el cuerpo y el espacio-tiempo entre los tének[1] de Mantetzulel
Four directions and a center: the body and the space-time among the Tének of Mantetzulel

Oscar Uriel Camacho Chávez
Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades, UASLP
uriel.camacho.ch@gmail.com

Resumen: El objetivo de este artículo es reflexionar en torno a la relación entre cuerpo y cosmos para los tének de Mantetzulel, San Luis Potosí, a través del ejercicio etnográfico y la revisión de fuentes históricas. Mientras la composición del cosmos se expresa como un todo orgánico estructurado de forma escalonada (cielo-tierra-inframundo) e interconectada por un punto medio, el cuerpo humano es concebido como un reflejo de éste, debido que las partes que lo componen se manifiestan como entidades asociadas con los diferentes planos cósmicos. En el presente artículo se exponen algunas características que describen el universo tének y cómo se disponen en el cuerpo para vincularse con las distintas esferas del cosmos. Lo que nos interesa es conocer el significado del conjunto de ideas, valores, discursos y símbolos que dan cuenta de la relación del cosmos tének con el cuerpo humano.

Palabras clave: cuerpo, cosmos, estructura, tének, Mantetzulel.

Abstract: The objective of this article is to reflect, on the relationship between cosmos and the body for Tének de Mantetzulel, through an ethnographic exercise and a review of historical sources. While the composition of the cosmos is expressed as an organic whole structured in a staggered way (heaven-earth-underworld) and interconnected by a midpoint, the human body is conceived as a reflection of it, because the parts that compose it manifest as entities linked to the different cosmic planes. This article presents some characteristics that describe the Tének universe and how they are arranged in the body to link with the different spheres of the cosmos. What interests us is to know the meaning of the set of ideas, values, discourses and symbols that account for the relationship of the Tének cosmos with the human body.

Keywords: body, cosmos, structure, Tének, Mantetzulel.

Fecha de recepción: 15 de septiembre de 2021
Fecha de aprobación: 17 de marzo de 2022

 

El problema de la depredación y pérdida de la sabiduría tének: su historia, visión del mundo y la forma de relación naturaleza-cultura, está implicado directamente con la problemática sobre la supuesta universalidad del pensamiento occidental. Hoy por hoy, al encontrarnos rebasados y seducidos por la lógica y los discursos del capital global y las tecnologías que buscan conquistar nuevos espacios ultraterrestres[2] se acrecienta la gran división entre naturaleza y cultura, de modo que las prácticas y saberes de los pueblos no occidentales nos resultan cada vez más lejanos y extraños, al punto de olvidarlos, rechazarlos o estigmatizarlos ya sea por ignorancia o por la falta de interés provocada por las condiciones económicas, políticas y educativas a las que nos encontramos sometidos.

A pesar de la marcha totalizante del pensamiento occidental, hasta hoy en día los tének conservan gran parte de su riqueza cognitiva, imaginativa y creadora heredada por sus ancestros. Cuenta de ellos son las historias, mitos, rituales y objetos que siguen poniéndose en acción dentro de las comunidades.[3] Esos elementos, que son base de la cosmovisión tének, poseen una fuerza mística trascendental que organiza, dirige y da sentido a la vida, el mundo y las relaciones con lo divino. Para poder comprender este pensamiento no domesticado y sus categorías es necesario adoptar su concepción y visión propia sobre el mundo. Con la finalidad de encontrar el sentido simbólico y práctico de la cosmología tének, en el presente texto trataremos de exponer los elementos claves capaces de manifestar de manera lógica su visión del mundo.

En todo el mundo tének las plantas, los animales, las estrellas, las personas están constituidas por un cuerpo físico, es decir, una parte material. Simultáneamente existen elementos de carácter sutil dentro del cuerpo, como el Ts’itsin y el Ejattaláb,[4] que buscan el contacto con lo divino y experimentar la conexión trascendental con el cielo, la tierra y el inframundo. Por ello, al elegir el cuerpo como lugar del orden cósmico, no se ha hecho más que adoptar el punto de vista tének. Es preciso señalar que, más allá del análisis del cuerpo por sus meros caracteres biofísicos como su función, adaptación o transformación, lo que nos interesa conocer es la significación del conjunto de ideas, valores, discursos y símbolos que refieren a la identificación del cuerpo con el espacio-tiempo tének.

Lejos de la perspectiva cartesiana, que distingue tajantemente entre mente y cuerpo, nuestra propuesta es que, al igual que la estructura del cosmos, el cuerpo es concebido como un todo orgánico y anímico en íntima asociación con el espacio-tiempo; de modo que algunos elementos corporales se manifiestan como entidades a través de las cuales el individuo se puede vincular con el todo, pero sólo porque éste está incluido en cada una de las partes. En ese sentido, el argumento hipotético del presente trabajo es que, al igual que la estructura del cosmos tének, el cuerpo humano es concebido como un todo orgánico interconectado y balizado en niveles y rumbos.

Aquí el objetivo es reflexionar en torno a la relación entre el cosmos y el cuerpo según la conciben los tének de Mantetzulel, aportar información etnográfica a los estudios de la cultura tének, y de los pueblos mesoamericanos en general, desde una perspectiva estructural. Lo que se presenta en este artículo es parte de los resultados de una investigación empírica de orden sincrónico, viviendo y conviviendo a lo largo de varios meses entre 2016 y 2018, con los habitantes de la comunidad tének de Mantetzulel, particularmente con los especialistas Káwlómej,[5] para registrar los hechos relacionados con la organización social, la cosmovisión y el cuerpo, así como para abordar una exploración de tipo diacrónica sobre las recurrencias estructurales en el cosmos de los pueblos mesoamericanos en fuentes arqueológicas y etnológicas. De modo que este artículo es de carácter cualitativo, descriptivo y reflexivo sobre la forma en cómo los tének de Mantetzulel organizan desde su originalidad la disposición del cosmos y el cuerpo para dar orden y sentido a la existencia.

Lo lógico-histórico

En apego al mecanismo epistémico desde el que queremos avanzar, el posestructuralismo, se pretende superar las relaciones deterministas planteando una visión fluctuante del espacio-tiempo. Esquemáticamente, se pueden distinguir dos enfoques deterministas y tautológicos: el primero, el particularismo, que reduce las relaciones lógicas-universales de lo humano y sobreexalta los distintivos materiales o culturales de una sociedad; por otra parte, el universalismo, que pretende encubrir la contingencia y variabilidad de lo histórico, orientado por un reduccionismo ecológico-darwiniano que pone por encima de lo cultural el trabajo totalizante de la naturaleza y, por consiguiente, la adaptación del cuerpo al medio ambiente.[6] Para salir de esta dicotomía determinista, se propone avanzar sobre la búsqueda de elementos estructurales relativos a las culturas mesoamericanas como ejemplo de variantes de una misma lógica humana. Se retoma entonces la propuesta epistemológica y ontológica en la teoría de la antropología posestructural, con la búsqueda de relaciones culturales particulares de posibilidades universales y lógicas del ser humano que sostiene la existencia de mecanismos de mediación capaces de ordenar el mundo a través de principios clasificatorios, conceptuales, prácticos y complementarios.[7]

Aunque la mayor parte de los estudios mesoamericanos sobre la visión del mundo y su estructura provienen de los mayas y mexicas, en casi todos los textos sobre la cosmovisión de los demás pueblos mesoamericanos se describe la división en una serie de estratos o planos: cielo, tierra e inframundo.[8] Fue Eduard Seler quien, a inicios del siglo xx se aventuró a mencionar que los pueblos mesoamericanos compartían una disposición similar del mundo; con base en la imagen del cosmos del Códice Vaticano generó un modelo explicativo sobre la visión del mundo compartida por los mesoamericanos hasta el momento de la invasión europea. Según Jesper Nielsen y Toke Sellner, [9] en ese modelo se concebía al cielo con una sucesión de pisos y un espacio de hacia el inframundo e incorporaba la proyección de los rumbos cardinales, prevaleciendo la estructura circular y bidimensional del universo.

Según las recurrencias estructurales entre los pueblos mesoamericanos,[10] el mundo es percibido de forma cerrada y circular, así que cada acontecimiento es integrado a una estructura de mayor profundidad, generalizante y deductiva, pero con circunstancias relevantes y específicas para el significado de su mundo. Así, el pensamiento de los pueblos mesoamericanos actúa tomando fragmentos del mundo sensible que van desde el cuerpo, los fenómenos naturales, los atmosféricos, entre otros, y los inserta en una estructura ideológica que asigna significados particulares y generales que se refuncionalizan dentro de su propia percepción del mundo; a manera del bricolage planteado por Lévi-Strauss,[11] que opera con fragmentos y trozos de un universo físico-natural donde cada elemento representa un conjunto de relaciones, a la vez, concretas y virtuales. Así, las múltiples combinaciones son determinadas por un nivel de mayor orden que las simples representaciones y percepciones cotidianas: la cosmología.[12]

Sobre la relación cosmos-cuerpo existen trabajos a propósito de los tének, de los más destacados son los de tipo arqueológico y etnográfico. Los primeros trabajos fueron realizados por Guy Stresser-Péan,[13] este arqueólogo y etnólogo francés hace un análisis de los elementos materiales y corporales en la cosmovisión de los tének prehispánicos, sobre todo de la porción potosina, y los ubica en contextos rituales y ceremonias como danzas y fiestas entre los tének de Aquismón, Tancanhuitz y Tanlajás de mediados del siglo xx. Lorenzo Ochoa y Gerardo Gutiérrez [14] hacen un recorrido sobre la cosmovisión y vida religiosa entre tének potosinos y veracruzanos, apoyándose de fuentes históricas del siglo xvi-xvii y representaciones escultóricas talladas en piedras, conchas y huesos de viejos, mujeres y jóvenes acompañados de elementos astronómicos, agrícolas y ofidios. Estos investigadores intentaron explicar cómo los tének concebían y ordenaban el mundo a través de los calendarios, el sacerdocio y las ceremonias rituales, del mismo modo ofrecen un marco geográfico y una perspectiva histórica de su origen.

Claude Stresser-Péan[15] retoma las consideraciones de Guy Stresser-Péan sobre los trabajos etnográficos en las comunidades tének de Tancanhuitz y Tanlajás; interesada en el estudio de los trajes, los bordados y la relación de éstos con la cosmovisión y el cuerpo de la mujer. En la misma línea avanza Claudia Rocha,[16] quien estudia el contexto cosmológico de los tének potosinos en distintas formas de representación, entre las que destacan las prendas femeninas como el Dhayemláb,[17] las esculturas y vasijas, planteando la hipótesis de que el cuerpo femenino fue considerado un espacio sagrado adornado con pintura, tatuajes y vestimentas específicas que constituye la personificación de la Gran Madre que rige al cosmos.

Destacan los trabajos etnográficos de Imelda Aguirre Mendoza[18] sobre el cuerpo y la forma de organizar, vivir y aprehender el universo entre los tének potosinos, particularmente entre los tének de Tamapatz, en el municipio de Aquismón. Podemos destacar también el trabajo etnográfico de José Hernández Alvarado[19] sobre las nociones de tiempo-espacio en los rituales de curación, la relación simbólica entre cuerpo-naturaleza y las relaciones que existen entre humanos y no humanos para los tének potosinos del municipio de San Antonio. Sobre esa misma línea, pero bajo el enfoque de la geografía cultural, avanza Pedro Urquijo Torres[20] al estudiar la relación y construcción del territorio y el cuerpo como una connotación ritual que permite establecer una identidad propia en un espacio simbólico y sagrado. Por su parte, en la porción veracruzana destacan los trabajos etnográficos y etnohistóricos de Anath de Vidas,[21] quien se enfoca en buscar los orígenes de las comunidades tének al norte de Veracruz haciendo un análisis de las estructuras sociales y los procesos de etnicidad entre los tének veracruzanos de la época virreinal, posrevolucionaria y contemporánea.

El espacio geográfico: Mantetzulel comunidad de estudio

La región conocida como Huasteca, donde se encuentra nuestra comunidad de estudio, tiene un carácter polisémico y problemático que hace repensar en cada estudio su limitación geográfica.[22] Por semántica, a las poblaciones que habitan en esta región se les denomina huastecos. Sin embargo, no usaremos esta regla como sinónimo de una lengua, pueblo o cultura. La autodenominación de la lengua es tének, por ello aquí nos referiremos a lo huasteco sólo como un área geográfica donde se ubica el pueblo Tének y nuestra comunidad de estudio, pero también otros pueblos lingüísticamente distintos. En la actualidad esta región abarca porciones de los estados de Hidalgo, Querétaro, Tamaulipas, San Luis Potosí y Veracruz.

La Huasteca, en su porción potosina, se caracteriza por un clima cálido y húmedo con abundante vegetación, es un espacio geográfico de selva mediana con clima subtropical. Según la división político-administrativa del estado de San Luis Potosí, los municipios en los que hay mayor presencia tének son: Aquismón, Ciudad Valles, Huehuetlán, Tancanhuitz, Tanlajás, Tampamolón, Tanquian, San Antonio y Tancuayalab.[23]

En el municipio de Aquismón, sobre las montañas de la sierra Madre Oriental, entre el río Tampaón y el Moctezuma, a una latitud de 21.627222 y a una longitud de 99.056111 se encuentra ubicada la comunidad de Mantetzulel. El territorio en el que se desarrollan hoy en día los habitantes de esta comunidad se delimitó mediante una serie de circunstancias y conflictos que forzaron su conformación. El asentamiento comenzó debido a desplazamientos durante inicios del siglo xx. En aquella época los tének fueron obligados a desplazarse de Tampate, la parte media de la sierra Madre Oriental, hacia lo profundo de ésta, huyendo de enfrentamientos y reclutamientos forzados. El estatus legal que mantiene hoy en día la localidad de Mantetzulel es ejidal: una extensión territorial que se reparte entre sus miembros, quienes tendrán fracciones de terreno para construir sus casas y para cultivo. También se asume como “comunidad indígena tének” y se rigen bajo el sistema de usos y costumbres, para la toma de decisiones en la comunidad se organizan en asambleas.

 


Mapa de ubicación de la comunidad de Mantetzulel, San Luis Potosí. Fuente: mapa realizado por el autor.

Para los habitantes de la comunidad de Mantetzulel, Aquismón representa el centro urbano más inmediato donde se puede encontrar medicamentos, trabajo y variedad de productos regionales, nacionales e importados. Los municipios de Tancanhuitz y Ciudad Valles son también centros políticos y económicos donde residen gran cantidad de población tének. En Tanchanhuitz se encuentra la estación de radio xeant, “La Voz de las Huastecas” —predominantemente tének—, y el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (inpi).

Hoy en día los tének de Mantetzulel constituyen un grupo indígena marginado, pero no aislado que ha logrado mantener cierta autonomía territorial y cultural. A pesar del contacto con el mundo occidental continúan afirmando su identidad y visión del mundo a través de la lengua y los rasgos emblemáticos como los rituales agrícolas-religiosos, el sistema de cargos tradicionales, el uso de indumentaria y trajes propios. Aunque la reivindicación identitaria de los tének de Mantetzulel no gira en torno al patrimonio prehispánico, son algunas prácticas de la vida diaria las que vislumbran su conexión con el pasado. Entre estas prácticas se encuentran ciertas creencias vinculadas con la creación del mundo y del hombre.

La estructura del cosmos entre los tének de Mantetzulel

Como otras sociedades mesoamericanas, los tének han establecido la disposición del cosmos por coordenadas espaciotemporales diversas: a través de los ciclos climáticos, astronómicos o por periodos estacionales.[24] Así, cuando se combinan esas redes topológicas con las simbólicas y discursivas aparece una visión general del cosmos. Si bien el espacio y tiempo son dos categorías distintas para nosotros como occidentalizados, para los tének resulta ser una mezcla constante de dos órdenes en un sistema lógico-conductual.

Para poder describir la estructura de este cosmos escalonado es preciso adoptar la red analítica tének que da orden y sentido a los distintos planos del cosmos. K’ay’lál es como se nombra al universo; en su inicio se trataba de un lugar oscuro y acuoso hasta que la intervención del viejo dios Mámláb[25] creó el día y la noche, el cielo y la tierra. Sobre el mar se encuentra suspendido un animal de características saurias y femeninas, el cual simboliza el punto medio del cosmos; para los tének se trata de la Madre Tierra o Mím Tsabál, lugar donde habitan los hombres, los animales y las plantas. Sobre él se encuentra el plano celeste o Yaxu’ Éb, de carga caliente y masculina, lugar del viejo dios del Trueno; debajo, en la profundidad, está el Tamtsémláj, lugar de carácter ambivalente (frío y caliente) donde se encuentran los muertos y los ancestros.[26] Un punto medio une y comunica a los planos cósmicos, en tének se le conoce como Ts’ejel. Esta idea de centralidad y profundidad expresa el punto de conexión entre el cielo, la tierra y el inframundo y, por lo general es pensado como un árbol de ceiba: las ramas pertenecen al cielo, el interior a la tierra y las raíces al inframundo.

De acuerdo con las ideas compartidas por los especialistas Káwlómej de Mantetzulel: don Abelino Hernández, don Aurelio Padilla y don Victoriano Aguilar, construimos de manera general un esquema que simboliza la estructura escalonada del cosmos interconectado por un punto medio. Esta distribución del cosmos, además de proporcionar la dimensión de profundidad espacial y atmosférica, también provee la densidad discursiva que da sentido al espacio-tiempo tének.

 


Estructura del cosmos tének. Fuente: figura realizada por el autor con la información proporcionada por los especialistas Káwlómej.

Yaxu’ Éb

El plano celeste o Yaxu’ Éb, además de ser el punto donde se encuentra el viejo dios Mámláb, es un plano considerado con cualidades masculinas por la capacidad de generar lluvia; es un espacio de carga caliente por su vínculo con el sol y el punto cardinal del Este. Para los tének, la trayectoria del sol define los principales puntos cardinales: Oriente y Poniente, en términos específicos llamados: Kalel K’ícháj, que se traduce como “punto donde nace el sol” (Este) y el extremo opuesto: Otsel K’ícháj o “punto donde muere el sol” (Oeste). La muerte del sol es vista como el transcurso del día a la noche, de lo caliente a lo frío, es el momento en el que el astro se dirige a la parte inferior del universo.[27] Un segundo eje se conforma por los rumbos del Norte (Tsáylél) y Sur (Pulik Ts’én), que corren de derecha a izquierda, puntos vinculados con los vientos y la Madre Tierra.

Este arreglo espacio-temporal deriva de una dinámica cíclica que involucra signos calendáricos, puntos cardinales, grupos de colores y discursos propios. Cada rumbo en el universo tének tiene un orden, un color y un nombre. Como se anotó líneas arriba, el primer punto de referencia es donde nace el sol: el Este, junto con el Centro, la dirección más fuerte del cosmos tének, y se representa con el color rojo (Tsakni'). El Oeste es el punto donde muere el sol, se representa con el color naranja (Lanáx). El Norte, punto donde se encuentra el Trueno, es representado por el color blanco (Dhakni’). El Sur, por su parte, es el punto complementario del Trueno, se relaciona con la fertilidad y es representado con el color amarillo (Manu’), mientras tanto el Centro, que conecta estos puntos, es representado con el color verde (Yaxu’). De esa forma se logra configurar un esquema como el siguiente:

 


Los cinco cardinales rodeados por el mar. Fuente: figura trazada con base en las explicaciones de don Abelino Hernández, Mantetzulel, 2017.

Tsabál

El plano intermedio o terrestre, llamado Tsabál, es poblado por los seres humanos, animales, plantas y árboles. Ahí se encuentran los ríos, arroyos, montañas, cerros, cuevas y algunas deidades, principalmente Mím Tsabál (Madre Tierra), Pulik K’wa’ o K'oléne' (el gran sapo, pareja del Trueno) y Dhipák (el alma del maíz). Para los tének de Mantetzulel, este plano cósmico tiene una morfología similar a la de un caimán. La superficie en la que se encuentran las grandes cadenas montañosa como la sierra Madre Oriental, los valles, bosques, selvas, ríos y lagos es la espalda de tal animal cósmico. Este saurio de cualidades femeninas se encuentra suspendido sobre el mar; según los Tének, las cuevas y sótanos se consideran la boca del animal, del mismo modo que la entrada al inframundo o Tamtsémláj.

Entre el plano celeste y terrestre existe una relación de complementariedad: mientras el cielo posee una carga de materia caliente y masculina, la tierra posee una carga de materia fría y femenina. La oposición entre el día (K’icháj’) y la noche (Akal) marca también las labores agrícolas dentro de la milpa. Las tareas masculinas consisten en desmontar y quemar la parcela con ayuda del machete y el güingaro[28] entre los meses de enero y marzo. Por otra parte, las tareas femeninas tienen que ver con las propiedades frías y nocturnas, así como su relación con la luna. Por ejemplo: cuando hay luna llena (T'uchat Íts') es el mejor momento para cortar café, vainilla, palmilla y cosechar el maíz; es también el tiempo óptimo para el parto, puesto que la luna llena propicia una pronta recuperación de la planta y el producto, de la madre y el hijo. De modo opuesto, cuando la luna es nueva o menguante (Ít Íts') se considera momento de cortar las hiervas y toda clase de maleza, pues al hacer una simpatía contraria ayuda a que no se regeneren rápido.[29] Los infantes que nacen durante este tiempo son considerados portadores de un don, pues en el momento en el que la luna no se vislumbra se gestan las habilidades de los Dhiman o brujos.

Tamtsémláj

Debajo de las plantas de los pies que pisan la tierra se encuentra el tercer plano del cosmos tének, que posee una composición similar a la del Tsabál. El Tamtsémláj o inframundo es un plano del universo que se piensa como una gran extensión de tierra donde hay día y noche, árboles, ríos, algunos animales y plantas. Es un lugar de los muertos y los ancestros, una región húmeda y fría a la que se puede tener acceso a través de las cavidades terrestres llamadas en tének Jól o Paxál. A diferencia del Mictlán[30] —el cual para los nahuas tiene nueve niveles— o del Xibalbá[31] de los mayas —con seis—, los tének de Mantetzulel consideran que el Tamtsémláj consta de uno solo nivel. En el mismo espacio coexisten los espíritus de los muertos, los primeros ancestros, llamados Lints’i’, el viejo dios del Trueno Mámláb y su compañera Pulik K’wa’. Se considera que este punto cósmico cuenta con cualidades ambivalentes, es decir, es un plano con características fértiles, relacionadas con la tierra, y con otras masculinas fecundadoras, asociadas al cielo. Lejos de la influencia católica —donde el interior de la tierra es pensado como un lugar demoniaco a donde se dirigen las almas para ser atormentadas por la eternidad—, los tének de Mantetzulel creen que en este espacio inició la vida y es también el lugar donde regresan las almas una vez que las personas mueren y dejan el Tsabál. De ahí que su concepción del espacio-tiempo sea circular y en espiral.[32]

Ts’ejel

Además de las propiedades intrínsecas que cada plano del universo posee y que se complementan las unas con las otras para establecer comunicación entre los tres planos cósmicos (Yaxu’ Éb-Tsabál-Tamtsémláj), es necesario un punto que permita la unión: en el cosmos tének, se le llama Ts’ejel al punto central que los une. Esta centralidad se manifiesta de forma vertical y con profundidad, se trata de un pilar o árbol que permite la comunicación y el paso entre los planos superpuestos. Dentro de la cosmología maya se encuentra el Yaaxché, que sirve de eje o axis mundi: permite el contacto con el plano subterráneo a través de las raíces y con el celeste por medio de las ramas.[33] Según don Aurelio (Mantetzulel, 2017), el Unup o ceiba (Ceiba pentandra), también llamado Te’ Ejattaláb o el “árbol de la vida”, es el pilar cósmico capaz de vincular los tres niveles cósmicos (véase la figura 2).

De tal manera, podemos encontrar que bajo la tierra y por encima de ésta se abren también otros mundos habitados en paralelo por seres sagrados y poderosos con quienes hay que convivir a través del intercambio de ofrendas, fluidos y rezos en determinado tiempo y espacio.[34] Esta breve descripción nos muestra un plano general del modo en que se estructura el espacio-tiempo para los tének de Mantetzulel, con una conexión vertical que une al cielo con la tierra y el inframundo. De hecho, más que una división concreta de tres espacios verticales, lo que se reconoce son las operaciones lógicas de clasificación por oposición y complementariedad dentro de un proceso de pensamiento y acción como lo masculino y lo femenino, arriba y abajo, el día y la noche, adentro y afuera, el aquí y el allá. A continuación veremos de manera breve cómo se relacionan estos planos del cosmos tének con el cuerpo humano.

El cuerpo humano en el espacio-tiempo tének

Si bien los planos cósmicos como el cielo y el inframundo son intransitables para la mayoría de los hombres durante la vida, existe una conexión directa entre éstos y el cuerpo humano. Como se apuntó líneas arriba, la estructura del universo tének, es decir, los tres planos cósmicos superpuestos (cielo, tierra e inframundo) son ordenados procesualmente como una estructura orgánica y concebidos como una totalidad. Así, la visión tének del cosmos distribuido e interconectado en tres niveles, también está acompañada de la noción del cuerpo tripartido, que vincula y refleja sus partes con el todo.

Para comprender la relación entre el cuerpo humano y el cosmos, igualmente es necesario partir primero de la concepción general que tienen los tének sobre el cuerpo. Así, la idea propia de los especialistas Káwlómej y los habitantes de la comunidad de Mantetzulel respecto del cuerpo y la construcción de la persona nos brinda los elementos necesarios para comprender su relación con el espacio-tiempo.

Ót’ es el término tének que se traduce literalmente como cuero o cáscara, define de manera precisa el confín corporal marcado por la piel en el caso humano, el cuero de los animales, la cáscara de los frutos y la corteza de los árboles. Este término remite a aquello que envuelve los músculos, los órganos, los fluidos, el alma, etcétera. Sin existir un límite tajante entre cuerpo y cosmos, para los tének de Mantetzulel la composición de la persona, además de manifestarse por un cuerpo físico, también se compone de elementos inmateriales que lo animan y estructuran. Al preguntar a los especialistas: don Abelino Hernández, don Aurelio Padilla y don Victoriano Aguilar acerca de los elementos que constituyen el cuerpo además de la sangre, los órganos, los huesos y las extremidades, ellos mencionaron al Ts’itsin como parte inherente a éste. El término Ts’itsin es utilizado para referirse de manera genérica a cualquier ave y, del mismo modo, se emplea para aludir al alma. Así, para los tének, el alma no existe como un nivel de realidad distinto del cuerpo, puesto que todos los seres humanos y no humanos poseen una. Mujeres, hombres, animales, plantas e incluso los elementos como la tierra tienen cuerpo y están dotados de un alma. Los tének de Mantetzulel distinguen dos tipos de cuerpos: uno prehumano, llamado Lints’i’, que no tiene las capacidades básicas de alimentarse y evacuar, en contraste con el Iniktaláb, constituido por órganos que le permiten alimentarse, evacuar y procrear, además de poseer un alma que posibilita la estancia en la tierra, animando el cuerpo, dándole calor y fuerza para trabajar, hablar o simplemente caminar.

En numerosas evidencias etnográficas entre los pueblos mesoamericanos se ha observado al cuerpo humano como un microcosmos, es decir, una réplica del orden externo del universo que se ve reflejada en el orden interno del cuerpo.[35] De acuerdo a López Austin,[36] es mediante el cuerpo que las sociedades mesoamericanas pueden actuar en el espacio, pues existe la tendencia de encontrar equivalencias y paralelismos entre los distintos órdenes taxonómicos del cuerpo hacia el cosmos en un intento de llegar al orden total del universo. Para los antiguos tének, el orden del cuerpo era pensado de igual forma que el orden del cosmos, la idea de proyectar los elementos del universo distribuidos sobre el cuerpo de hombres, mujeres y adolescentes fue plasmada en cerámica, esculturas en piedra y pinturas murales en las que distinguen los elementos como los rumbos cardinales, la entrada y salida del sol, el maíz y las serpientes asociadas con el cielo, la tierra y el inframundo. Aún con notable constancia se concuerda que el cuerpo para los tének resulta ser un tema central dentro de la concepción del mundo.[37]

De la misma forma que sus ancestros, los tének contemporáneos conciben el cuerpo humano como un reflejo del orden cósmico. Aunque las representaciones en piedra, concha, cerámica o pintura ya no son empleadas en la actualidad, las ideas, los discursos e imágenes sobre la concepción del cuerpo siguen siendo transmitidas de manera oral a través de los mitos, historias e incluso en los bordados, donde también se da cuenta del origen del hombre.

En un espacio lleno de vegetación, árboles, arroyos y cavidades terrestres como en la comunidad de Mantetzulel, no es de extrañar que el referente más usual para dar direcciones sobre lo próximo y lo lejano sea el cuerpo. Si por alguna razón se llegase a desorientar, se acude a la posición que tiene el sol sobre el cuerpo para poder desplazarse, pues ésta indica un punto fijo en la espacialidad.

El uso del cuerpo como referente de espacialidad y orientación gana terreno ante el hecho de que el eje vertical (cabeza-pies) coincide con el principal eje cósmico marcado por la salida y entrada del sol (este-oeste). Y de la misma manera que disecciona el cosmos en dos dimensiones horizontales compone al cuerpo en dos partes similares: derecha (Winab K’ubak) e izquierda (K’watab K’ubak). Las extremidades como los brazos y manos, derecha e izquierda, son asociadas a los puntos del norte y sur. De la misma forma que se encuentra balizado el cosmos, existe un quinto punto o eje central que conecta a todos los demás, el Ts’ejel o centro está relacionado con el ombligo por ser el punto que le permite al sujeto girar libremente. A partir de estos ejes cósmicos se definen también los planos de arriba (Ebál), abajo (Alál), delante (Ók’ox) y atrás (Kuxlab), siendo estas las dimensiones espaciales que se utilizan con mayor frecuencia.

 


Figura 4. Los puntos cardinales y las partes del cuerpo. Fuente: Esquema provisto por don Aurelio Hernández, Mantetzulel, 2017.

Esta concepción del cuerpo como espejo del orden cósmico provee al hombre de energía solar vital para la salud y la fortaleza del alma. Por otra parte, esa misma posición que toma el cuerpo puede llegar a convertir a los Káwlómej en intermediarios entre el cielo y el inframundo, es decir, un eje cósmico.

Se pueden reconocer entonces los tres planos cósmicos distribuidos sobre el cuerpo: 1) la cabeza, lugar donde se encuentra la memoria, se relaciona con el plano celeste y el primer punto donde nace el sol; 2) el corazón, allí reside el alma o Ts’itsin, es el órgano corporal asociado al Tsabál, y 3) los pies, que se vinculan con el Tamtsémláj o inframundo, por ser la parte más cercana a éste. El ombligo se piensa como el punto central que une a los demás y permite el hombre desplazarse por los ejes horizontales.


Figura 4. Puntos cósmicos en el cuerpo humano. Fuente: figura elaborada por el autor.

El calor corporal es una característica de todo ser vivo en oposición al cuerpo frío de los muertos, es un atributo sin el cual la persona no estaría totalmente constituida. Esta propiedad deriva del vínculo que hay entre el sol y el cuerpo, particularmente con la cabeza. Para los tének una de las regiones del cuerpo con mayor importancia y atribuciones es sin duda la cabeza. Destaca por la correspondencia cósmica, la energía solar que concentra, la capacidad de razonamiento y de comunicación. En la cabeza se encuentra el vínculo con el plano celeste; para ser precisos, su relación es directa con el sol y su punto de salida. Según la explicación de don Victoriano, la cabeza se relaciona con el sol por ser el punto más alto del cuerpo y el primero en salir al momento del parto.

Ók’ es el término tének que designa la parte superior del cuerpo, donde se encuentran los órganos de los sentidos: los ojos, el oído, la nariz y la lengua, además del cerebro. Al igual que la bóveda celeste contiene los astros, una estructura similar engloba estos órganos. Como asienta don Victoriano, los orificios de la cabeza están vinculados con elementos del plano celeste; por ejemplo: los ojos (Wal) se relacionan con las estrellas (Ót); las cavidades auditivas, es decir, los oídos (Ots’oxtal), se vinculan con los vientos provenientes de los puntos del norte y sur; la boca (Wi’), por su poder de producir las palabras, también se relaciona con el sol; los orificios nasales (Dhamlek) son la entrada del alma. De manera que la cabeza es pensada como el lugar donde se guardan las ideas, ahí se encuentra la memoria, la conciencia y se producen las palabras.

Según esta máxima, la fuente orgánica del pensamiento se encuentra en la cabeza, porque se apoya en la lógica de que en ella están concentrados los principales órganos de las sensaciones y percepciones a los que se les atribuye capacidad cognitiva: los ojos captan las cosas, conocen a las personas, los animales y el paisaje; los oídos escuchan todo al rededor; la boca no sólo es un órgano para degustar, también produce palabras, y por su parte, la nariz registra los aromas.

Resulta interesante resaltar en este contexto que el termino tének utilizado para referirse a los cuerpos celestes (Ót) suena prácticamente igual que la palabra que se usa para aludir a la piel (Ót’). La única diferencia se marca gráficamente en la lengua escrita con un apóstrofo, que indica una interrupción momentánea de la voz en la lengua hablada. Es probable que la relación entre Ót’ y Ót conlleve una relación simbólica entre la piel contenedora y el cielo estrellado, del mismo modo que la cabeza u Ók’ contiene, además de los órganos, la sabiduría, la memoria y la palabra. Aunque la cabeza es el lugar donde se encuentran las ideas, la memoria y la conciencia, ésta no resulta ser una identidad autónoma, puesto que su ejecución y potencialidad también está vinculada con los demás elementos corporales, como el corazón o Ichích.

Otra de las regiones corporales concebidas por los tének es la que se extiende desde el cuello hasta la pelvis. Según la relación entre cuerpo-cosmos, el torso o tronco es pensado como la parte central del universo, es decir, como el plano terrestre. Ahí dentro, protegido por músculos y un armazón óseo, se encuentra el corazón. Este órgano es de suma importancia para los tének, es el componente encargado de llevar calor a todo el cuerpo, es decir, la sangre. Para los tének de Mantetzulel, el corazón también es el lugar donde está el Ts’itsin, un aliento que va desde el interior del corazón para salir a través de la boca. El Ts’itsin es una entidad anímica asociada con la fuerza, vitalidad y personalidad de cada sujeto, es pensado como un ave y refiere a una suerte de alter ego ligado íntimamente a las personas. Aunque todas las personas, animales y plantas poseen uno, sólo el especialista Káwlómej es capaz de conocerlo y manejarlo.

El lugar físico de los pies (Akan) marca la región del inframundo por la posición del eje cósmico (Este-Oeste) sobre el cuerpo (cabeza-pies), aunque éstos no poseen una fuerza anímica. Si bien las plantas de los pies están en mayor contacto con la tierra y muchas veces sumergidos en ella, los tének de Mantetzulel no conciben en los pies poder alguno más allá del referente espacial: Otsel K’icháj (Oeste). Por su parte, en el hígado o Mamál se reconoce el vínculo con el plano del inframundo. Según los tének, en el hígado se encuentran las preocupaciones, angustias y enfermedades. El hígado de pequeños pollos que se ofrece a los muertos y a las fuerzas o espíritus que habitan el inframundo, por lo general son depositados en el interior de las cuevas. Los tének de Mantetzulel llaman recibos[38] a las ofrendas de hígado de pollo con pequeñas bolitas de maíz, se piensa que son pagos por las solicitudes de lluvia o protección de algunas enfermedades.

De la misma forma que la estructura del espacio-tiempo, la existencia de un punto que permita la unión de los demás elementos es necesaria. Siguiendo la concepción del cuerpo entre los tének de Mantetzulel, el punto central de éste se encuentra en la región del ombligo (K’o’ón) y es de suma importancia por ser el punto que permite al sujeto girar libremente sobre los ejes horizontales, además de posibilitar la comunicación entre el plano celeste y el subterráneo. Para los tének de Mantetzulel, la idea del ombligo se asemeja un poco al corazón: al igual que este órgano, el ombligo tiene palpitaciones y también se encuentra vinculado con el sol. Según ellos, es de la parte central del cuerpo de donde salen las venas en las que viaja la sangre hacia todo el cuerpo.

Así, de la misma forma que la estructura del cosmos tének, el cuerpo humano es concebido como un todo interconectado y balizado con cuatro rumbos y un centro. De este modo podemos inferir que el cuerpo para los tének de Mantetzulel es un reflejo del universo debido que las partes que lo componen se manifiestan como entidades que están vinculadas con los planos cósmicos. El cuerpo es una especie de envoltura, piel o cuero que engloba las sustancias fundamentales que lo anima (el Ts’itsin), además de contener los elementos fisiológicos que se vinculan con los planos del cielo, la tierra y el inframundo. De esta forma, el orden del cuerpo es concebido como un reflejo del orden externo del universo porque de la misma manera en que lo universal está en lo particular, lo particular está en lo universal.

Reflexiones finales

Siguiendo el basto camino del universo tének, podemos señalar que, además de la disposición del cosmos por coordenadas espaciotemporales, en el cuerpo también se incluyen los planos del orden cósmico ya que están ligados a su origen. En términos generales, cada región del cuerpo se relaciona con un plano del cosmos tének y a su vez se vinculan entre sí, estructurándose de la siguiente manera:

 

a)

El plano celeste o Yaxu’ Éb se asocia con la cabeza (Ók’) por ser el punto más alto del cuerpo y el primero en salir al momento del parto, su relación con el sol es marcada por el rumbo más fuerte del orden cósmico: el Este. Destaca por la concentración de la energía solar (calor).

b)

El plano terrestre o Tsabál se relaciona con la región media del cuerpo que se extiende desde el cuello hasta la pelvis. El corazón (Ichích) es la parte corporal con la que se le asocia, es el lugar donde se encuentra el alma o Ts’itsin, y es encargado de llevar la sangre que anima y da calor al cuerpo.

c)

Aunque el lugar de los pies (Akan) marca físicamente la región del Tamtsémláj, por la posición del eje cósmico (este-oeste) sobre el cuerpo (cabeza-pies), éstos no poseen una cualidad anímica. En contraste, el hígado (Mamál) es el que se asocia directamente con las emociones, las preocupaciones, el inframundo, los muertos y las ofrendas.

d)

El punto central o Ts’ejel se vincula con el ombligo (K’o’ón). Se trata del centro del orden cósmico que posibilita la comunicación y unión entre el cosmos y el orden corporal; es el punto que permite al sujeto girar libremente sobre el Tsabál. Además, proporciona la idea de profundidad espacial y la densidad discursiva que explica y da sentido al espacio-tiempo como una red psíquica y emocional.

 

Por último, podemos mencionar que la información etnográfica sobre la relación entre el cosmos y el cuerpo en los pueblos mesoamericanos es amplia y variada; en algunos casos, con puntos en común, y en otros, con discrepancias. La investigación sobre el orden y visión del mundo de los pueblos mesoamericanos está lejos de haber concluido, este trabajo planteó un primer acercamiento para lograr comprender de manera general los diversos contenidos simbólicos y discursivos que ponen en práctica los tének de Mantetzulel. De modo que no pretendemos clasificar, sistematizar o reducir el pensamiento tének, sino presentar la información para seguir atendiendo estos temas y comprender la relación del universo y el cuerpo en los pueblos mesoamericanos. Se considera que es necesario continuar con la labor de recabar nuevos datos relativos a las cosmologías mesoamericanas desde diversas perspectivas y disciplinas, en pro de un diálogo con mayor profundidad, así como conocer en mayor detalle a los protagonistas del conocimiento tének, el cual sigue siendo extraordinario.

 

[1] La ortografía de los términos tének utilizados en este artículo corresponden a la Norma de Escritura de la Lengua Tének (2019) adoptada por el Instituto Estatal de las Lenguas Indígenas e Investigaciones Pedagógicas. El tének consta de 31 grafías: 21 consonantes (b, ch, ch’,dh, j, k, k’, kw, k’w, l, m, n, p, t, t’, ts, ts’, w, x, y, y’) y 10 vocales (a, á, e, é, i, í, o, ó, u, ú). Los signos utilizados, como el acento (´) prolongan el sonido de la vocal, mientras que en el uso del apóstrofo o saltillo (’) hay una interrupción momentánea de la voz: por ejemplo, la palabra té’ (aquí) y te’ (árbol).
[2] Laura Ruiz y Leonardo Gómez, “La nueva carrera por el dominio del espacio ultraterrestre”, Ciencia y Poder Aéreo, vol. 15, núm. 2 (2020): 32-52; Fátima Molina Domínguez, “Geopolítica espacial y búsqueda”, Instituto Español de Estudios Estratégicos (2021), acceso el: 12 de abril de 2022: https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2021/DIEEEO18_2021_FATMOL_GeopoliticaEspacial.pdf.
[3] Marcela Hernández Ferrer, “Idhidh Kwitol: Niño maíz. Los niños en los rituales agrícolas de los teenek de la Huasteca potosina”, en Historia y vida ceremonial en las comunidades mesoamericanas: Los ritos agrícolas ed. por Johana Broda y Catharine Good Eshelman (México: Conaculta-inah, 2004).
[4] El primero se refiere al carácter y destino que tiene cada sujeto, se trata del alma de la persona y se ubica en el interior del corazón; este término también es utilizado para referirse de manera genérica a cualquier ave puesto que, curiosamente, los tének de Mantetzulel piensan que el alma tiene forma de ave. Por su parte, el término Ejattaláb se refiere a la fuerza y voluntad que se tiene para poder trabajar, sembrar, hablar o simplemente andar, los tének de Mantetzulel creen que se trata del espíritu que cada persona, animal o planta posee, se encuentra en la sangre y corre a través del cuerpo. Para profundizar más revisar Imelda Aguirre Mendoza, “La teoría de la fuerza entre los teenek de San Luis Potosí”, en Cuerpo y persona: Aportes antropológicos en México, El Salvador y Venezuela, ed. por Patricia Gallardo Arias (México: INAH, 2020), 185-206.
[5] El Káwlómej es la persona intermediaria entre los humanos y los dioses, es el especialista que organiza y dirige la vida religiosa y el contacto con lo divino. Además de ser el canal comunicativo con los dioses, también es el mediador en asuntos sociales como en la petición de mano para la unión matrimonial y en los conflictos de la comunidad.
[6] Gustavo Aviña Cerecer, “Cosmológica y cosmovisión: cultura, historia y lógica estructural del México Indígena”, en Construyendo cosmologías: conciencia y práctica, ed. por Gustavo Aviña Cerecer y Walburga Wiesheu (México: Conaculta-ENAH-INAH, 2009), 93-122.
[7] Philippe Descola, La selva culta: Simbolismo y praxis en la ecología de los Achuar, trad. por Juan Carrera Colín y Xavier Catta Quelen (Quito: Abya-Yala, 1989).
[8] Rubén Morante López, “El universo mesoamericano. Conceptos integradores”, Desacatos, núm. 5 (2000): 31-44.
[9] Jesper Nielsen y Toke Sellner Reunert, “Estratos, regiones e híbridos. Una reconsideración de la cosmología mesoamericana”, en Cielos e inframundos. Una revisión de las cosmologías mesoamericanas, ed. por Ana Díaz (México: Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM, 2015), 25-64.
[10] Enrique Florescano, “La visión del cosmos de los indígenas actuales”, Desacatos, núm. 5 (2000): 15-29.
Gustavo Aviña Cerecer, “Rayo: naturaleza y política entre los mayas” (México: Editorial Universitaria Potosina-Universidad Autónoma de San Luis Potosí, 2010); Johannes Nerath, “La escalera del padre sol y nuestra madre joven águila”, en Cielos e inframundos. Una revisión de las cosmologías mesoamericanas, ed. por Ana Díaz (México: Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM, 2015, 201-215).
[11] Claude Lévi-Strauss, El pensamiento salvaje, trad. por Francisco González Arámburo (México: FCE, 1964).
[12] La cosmología es entendida como una filosofía de la vida que posee una ontología o visión del ser, una epistemología o teoría del conocimiento, una metodología y una ética.
[13] Guy Stresser-Péan, “La Huasteca: historia y cultura”, Arqueología Mexicana, vol. 14, núm. 79 (2006): 32-39.
Guy Stresser-Peán, Tamtok: sitio arqueológico huasteco vol. II (México: CEMCA / Conaculta-INAH / Instituto de Cultura de San Luis Potosí, 2005).
[14] Lorenzo Ochoa, Historia prehispánica de la Huasteca (México: UNAM, 1979); Lorenzo Ochoa y Gerardo Gutiérrez, “Notas en torno a la cosmovisión y religión de los Huaxtecos”, Anales de Antropología, vol. 33 (1996): 91-163.
[15] Claude Stresser-Péan, De la Vestimenta y los Hombres: Una perspectiva histórica de la indumentaria indígena en México (México: FCE / CEMCA, 2011).
[16] Claudia Rocha Valverde, Tejer el universo, el dhayemlaab, mapa cosmológico del pueblo teenek: Historia de una prenda sagrada y cosmografía sagrada (México: El Colegio de San Luis / Gobierno del Estado de San Luis Potosí-Secult, 2014).
Claudia Rocha Valverde, “El cuerpo femenino como territorio sagrado. Una interpretación de la ritualidad sobre la piel entre las indígenas huastecas del oriente de México”, Estudios Atacameños. Revista de Arqueología, Historia y Antropología Surandina, núm. 57 (2018): 59-78.
[17] El dhayemláb es una de las principales prendas en la indumentaria tradicional de las mujeres tének, en el estado de San Luis Potosí; es bordado con elementos de la cosmovisión tének como los puntos cardinales, los árboles, las plantas, el maíz, entre otros. Se caracteriza por su corte rectangular con una apertura para el cuello en el centro de la prenda, el material de que está hecho es algodón y manta.
[18] Imelda Aguirre Mendoza, “El poder de los seres Organización social y jerarquía en el cosmos de los teenek de Tamapatz, San Luís Potosí” (tesis de maestría, El Colegio de San Luis, 2011); Imelda Aguirre Mendoza, Habitar el universo. La construcción del espacio entre los teenek de la Huasteca potosina, México (s. l.: Editorial Académica Española, 2014); Imelda Aguirre Mendoza, “Las formas de la fuerza. El concepto de fuerza en una comunidad teenek de la Huasteca potosina” (tesis doctoral, Facultad de Filosofía y Letras-UNAM, 2017).
[19] José Bardomiano Hernández Alvarado, “Acerca de árboles, acerca de familias... La percepción teenek del medio ambiente”, Diario de Campo, núm. 72 (2004): 14-19; José Bardomiano Hernández Alvarado, “El espejo étereo. Etnografía de la interrelación teenek sociedad-naturaleza” (tesis de licenciatura, enah, 2007); José Bardomiano Hernández Alvarado, “Tiempo y espacio en un ritual chamánico tének (Huasteca potosina)”, Estudios Mesoamericanos, núm. 2 (2019): 25-30.
[20] Pedro Sergio Urquijo Torres, “El paisaje en su connotación ritual. Un caso en la Huasteca potosina, México”, GeoTrópicos, núm. 2 (2018): 1-15; Pedro Sergio Urquijo Torres, “Naturaleza y religión en la construcción de la identidad de los teenek potosinos. La perspectiva del paisaje”, Espacio Tiempo: Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales y Humanidades, núm. 1 (2008): 19-30.
[21] Anath Ariel de Vidas, El trueno ya no vive aquí. Representación de la marginalidad y construcción de la identidad teenek (Huasteca veracruzana, México) (México: ciesas / Colsan / cemca, 2003); Anath Ariel de Vidas, Huastecos a pesar de todo. Breve historia del origen de las comunidades teenek (huastecas) de Tantoyuca, norte de Veracruz (México: Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 2009).
[22] José Bardomiano Hernández Alvarado y Julieta Valle Esquivel, “Huastecos o teenek”, en Los pueblos indígenas de la Huasteca y el semidesierto queretano: Atlas etnográfico, ed. de Julieta Valle Esquivel (México: inah / Inali, 2012), 77-92; Peter Kroefges y Niklas Schulze, “El problema del tiempo en los estudios huaxtequistas”, Indiana, núm. 30 (2013): 119-141.
[23] Perfil Sociodemográfico de la Población Indígena en el Estado de San Luis Potosí, San Luis Potosí (Consejo Estatal de Población, 2018), acceso el 12 de abril de 2022: https://slp.gob.mx/coespo/SiteAssets/Población%20Indígena_COESPO2018.pdf.
[24] Johanna Broda, “Cosmovisión y observación de la naturaleza: el ejemplo del culto a los cerros en Mesoamérica”, en Arqueoastronomía y etnoastronomía en Mesoamérica, ed. por Johanna Broda, Stanislaw Iwaniszewski y Lucrecia Maupomé (México: Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM, 1991), 461-500; Jesús Galindo Trejo, “Alineación astronómica en la Huxteca. El caso de El Consuelo en Tamuín”, Ciencias, núm. 54 (1999); 36-40. David Lorente Fernández, “Graniceros, los ritualistas del rayo en México: historia y etnografía”, Cuicuilco, núm. 47 (2009): 201-226; Damián González Pérez, “Llover en la sierra. Ritualidad y cosmovisión en torno al rayo y la lluvia entre los zapotecos del sur de Oaxaca” (tesis doctoral, Instituto de Investigaciones Antropológicas-unam, 2014).
[25] Mámláb es como se le llama al viejo dios del Trueno. Es la máxima deidad del panteón tének, se relaciona con las lluvias, los cerros y las serpientes. Este término también significa “abuelo”.
[26] Los tének antiguos, y aun los contemporáneos, poseen una religión politeísta y un complejo panteón. Por ejemplo, algunos nombres genéricos como Mám (abuelo) aplican para un conjunto de dioses que designa a la principal deidad de la lluvia y sus colaboradores; además existen deidades de las plantas, de la tierra, de los ríos, del viento, del fuego, del hambre, la enfermedad, la muerte, por referir algunas. Para profundizar más ver Ángela Ochoa, “Significado de algunos nombres de deidad y de lugares sagrado entre los teenek potosino”, Estudios de Cultura Maya, vol. 23 (2003): 73-94.
[27] Según los otomís de la Huasteca queretana, el cielo representa el último plano de un universo de capas sobrepuestas. Aunque este plano resulta tener características ambivalentes, el cielo (mahẽsʼi) aparece como masculino por el día y como femenino durante la noche. Sin embargo, es importante señalar que las categorías de frío-caliente, arriba-abajo, diurno-nocturno, masculino-femenino, también están presentes en el pensamiento otomí. Para profundizar más ver Jacques Galinier, La mitad del mundo. Cuerpo y cosmos en los rituales otomíes (México: cemca, 1990).
[28] El güingaro o Kutsúm es un machete en forma de media luna con un mango para poder sujetarlo. Es una herramienta que tiene como principal uso el corte del tallo de la planta de maíz.
[29] Al respecto es preciso señalar que, al igual que los tének, entre los pames de San Luis Potosí los meses se determinan por los ciclos lunares, que indican los tiempos y etapas de su calendario agrícola y ritual. Véase Hugo Cotonieto Santeliz. No tenemos las mejores tierras ni vivimos los mejores pueblos… pero acá seguimos. Ritual agrícola, organización social y cosmovisión de los pames del norte (San Luis Potosí: El Colegio de San Luis, 2011).
[30] Katarzyna Mikulska, “Los cielos, los rumbos y los números. Aportes sobres la visión nahua del universo”, en Cielos e inframundos. Una revisión de las cosmologías mesoamericanas, ed. por Ana Díaz (México: Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM, 2015), 65-108.
[31] Alfredo López Austin, “El árbol cósmico en la tradición mesoamericana”, Monografías del Real Jardín Botánico de Córdoba, núm. 15 (1997): 85-98.
[32] Del mismo modo que los tének piensan en inframundo como un útero en el cual se gesta la vida para ser eyectada al plano terrestre, entre los otomís el inframundo aparece como un lugar de gestión y parto, es pensado como la imagen exacta de la comunidad e implica la existencia de relaciones de los muertos con los vivos; véase Jacques Galinier, Una noche de espanto. Los otomíes en la obscuridad (México: Universidad Intercultural del Estado de Hidalgo / Société d’Ethnologie / cemca, 2011).
[33] Laura Elena Sotelo Santos, “Las ideas cosmológicas mayas del siglo xvi” (tesis de licenciatura, unam, 1982); Gustavo Aviña Cerecer, “Santísima Cruz-Yaaxché: Ejercicio de la territorialidad entre los mayas-maceuales del estado de Quintana Roo, México”, en Antropología y simbolismo, ed. por Saúl Millán, Patricia Fournier García y María Eugenia Olavarría (México: INAH, 2007), 105-128.
[34] En la comunidad de Mantetzulel, en los meses de mayo y junio se llevan a cabo una serie de actividades rituales de petición de lluvias y salud al viejo dios Mámláb. Estas actividades se practican dentro de la cueva conocida como cueva del Espíritu, Ejattaláb Paxál, en tének, y la cual se ubica a dos kilómetros montaña arriba del punto central de la comunidad.
[35] Marie-Odile Marion, “Vida, cuerpo y cosmos en la filosofía nativa mesoamericana”, Ludus Vitalis, vol. 2, núm. 2 (1994): 135-148; Ángel Aedo, “Flores de lujuria e influjos siniestros: fuentes nocturnas del simbolismo huichol del cuerpo humano”, Anales de Antropología, núm. 37 (2003): 173-204.
[36] Alfredo López Austin, Cuerpo humano e Ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas (México: Instituto de Investigaciones Antropológicas-unam, 1996).
[37] Wilfrido Du Solier, “Primer fresco mural huaxteco”, Cuadernos Americanos, año v, vol. xxx, núm. 6 (1946): 151-159; Lorenzo Ochoa, “Tres esculturas postclásicas del sur de la Huaxteca”, Anales de Antropología, vol. 28, núm. 1 (1991): 205-240; José Antonio Cruz Álvarez, “Análisis del signo del mural de El Consuelo en Tamuín, San Luis Potosí” (tesis de licenciatura, Escuela de Artes y Humanidades-Universidad de las Américas Puebla, 2003).
[38] En tének existe la palabra Ts'ejwalixtaláb (ofrenda) y se emplea tanto en los contextos rituales como para pagar a alguien algún favor, trabajo o servicio.

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Narrativas Antropológicas, primera época, año 6, número 11, enero-junio de 2025, es una publicación electrónica semestral editada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, Secretaría de Cultura, Córdoba 45, col. Roma, C.P. 06700, alcaldía Cuauhtémoc, Ciudad de México, www.revistadeas.inah.gob.mx. Editor responsable: Benigno Casas de la Torre. Reservas de derechos al uso exclusivo: 04-2019-121112490400-203, otorgada por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la ultima actualización del número: Iñigo Aguilar Medina, Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH, Av. San Jerónimo 880, col. San Jerónimo Lídice, alcaldía Magdalena Contreras, C.P. 10200, Ciudad de México; fecha de última actualización: 10 de enero de 2025.

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