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Contar esa historia. Memoria e identidad afromexicana de una mujer joven de la Ciudad de México
To Tell That History. Memory and Afromexican Identity of a Young Woman from Mexico City

 

Cristina V. Masferrer León
Dirección de Etnología y Antropología Social, INAH
cristina_masferrer@inah.gob.mx

 

Resumen: Este artículo analiza el proceso de construcción de la memoria y la identidad afromexicana de una mujer de la Ciudad de México, considerando la importancia de la construcción social del lugar y el peso del racismo histórico. Se examina la narración biográfica de una mujer que incidió en el reconocimiento de las personas afrodescendientes en la Constitución Política de la Ciudad de México, además, es psicóloga, estudiante del doctorado en Ciencias Biomédicas, voluntaria en una estación migratoria e integrante de una organización que actúa en favor de los derechos de las poblaciones afrodescendientes. Después de la introducción, se examinan los tiempos y espacios de su historia de vida y cómo se relacionan con la identidad. También se profundiza en la construcción de la memoria y los significados de lo negro, la afrodescendencia y la afromexicanidad. Es una contribución a la bibliografía antropológica sobre las personas afromexicanas porque los estudios se han concentrado en espacios diferentes a esta ciudad capital.
     Palabras clave: memoria; identidad; mujeres; afrodescendientes; México.

Abstract: This paper analyzes the process of the construction of Afro-Mexican memory and identity of a young woman from Mexico City, considering the importance of the social construction of place and the impact of historical racism. The text focuses on the biographical narrative of a woman who participated in the recognition of people of African descent in the Constitution of Mexico City, who is also a psychologist, a PhD student in Biomedical Sciences, a volunteer at an immigration station, and a member of an organization that promotes the rights of populations of African descent. The article explores the key times and places of her life story and studies how they relate to identity. It also examines the construction of memory and the meanings of blackness, African-descent and Afro-Mexican identity. It contributes to the anthropological literature on Afro-Mexican people, because studies have focused on regions other than the Mexican capital.
     Keywords: memory; identity; women; African descent; Mexico.

Fecha de recepción: 16 de marzo de 2018
Fecha de aceptación: 15 de noviembre de 2018

En la obra El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, el neurólogo británico Oliver Sacks[1] afirmó: “Nosotros tenemos, todos y cada uno, una historia biográfica, una narración interna, cuya continuidad, cuyo sentido, es nuestra vida. Podría decirse que cada uno de nosotros edifica y vive una ‘narración’ y que esta narración es nosotros, nuestra identidad”. Este artículo analiza la narración biográfica de una mujer joven de la Ciudad de México para explicar el proceso de construcción de su memoria y su identidad afromexicana; para ello se retoma el concepto espacio-tiempo y se considera el peso de la construcción social del lugar, así como el racismo que ha operado en México, negando y excluyendo a las poblaciones afrodescendientes.

Según los datos de la Encuesta Intercensal 2015 del Inegi, la Ciudad de México ocupa el quinto lugar en cuanto a presencia de personas que se reconocen como negras, afromexicanas o afrodescendientes. Este instrumento estima que 1.8 % de la población de esta entidad, es decir, más de 160 000 personas, se autoadscriben de ese modo.[2] La delegación con más concentración de personas afrodescendientes es Iztapalapa, con más de 38 000, seguida de Coyoacán (casi 25 000 personas), Álvaro Obregón (más de 24 000), Tlalpan y Cuauhtémoc (con más de 20 000 personas en cada una).[3]

La Ciudad de México es la entidad con mayor porcentaje de personas afrodescendientes nacidas en otro país (10.4 %);[4] sin embargo, tanto en la capital del país como en el Estado de México hay personas afromexicanas que han nacido y crecido en esa zona metropolitana; muchas veces, se trata de hijos de personas que migraron desde otras entidades de la república y que descienden de las poblaciones de origen africano, quienes se asentaron en este territorio desde hace casi cinco siglos.

Además, es fundamental tener presente que durante el periodo virreinal las personas de origen africano tuvieron un papel central en la capital novohispana, no sólo en términos numéricos sino también en cuanto a sus aportes económicos, sociales, culturales y políticos.[5] Éste fue uno de los motivos por los cuales en 2016 la Ciudad de México recibió la declaración como Sitio de Memoria de la Esclavitud y de las Poblaciones Afrodescendientes por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés), en colaboración con instituciones nacionales como el INAH.

Otro dato significativo derivado de la Encuesta Intercensal 2015 es que los indicadores educativos de las personas afrodescendientes en la Ciudad de México son notablemente mejores en comparación con los de los jóvenes de municipios de Guerrero y Oaxaca, con 10 % y más de población afromexicana.[6] En contraparte, las personas afrodescendientes de la Ciudad de México presentan los peores indicadores en términos de afiliación a Servicios de Salud.[7]

Son numerosas las investigaciones históricas sobre las personas afrodescendientes de la Ciudad de México, sobre todo durante el periodo virreinal; en cambio, existe un gran vacío de conocimientos acerca de ese sector de la población capitalina en la actualidad, pues las pesquisas antropológicas se han centrado principalmente en ciertas regiones de Guerrero, Oaxaca, Veracruz y Coahuila. Además, los pocos estudios que integran a jóvenes afromexicanos se refieren sobre todo a la Costa Chica.[8] Por tanto, este artículo busca contribuir a la discusión antropológica sobre las poblaciones afrodescendientes de México a partir del análisis de la experiencia de una mujer afromexicana joven dentro del contexto urbano de la capital del país.

Así, en términos metodológicos, este trabajo se centra en la historia de vida de María Celeste Sánchez Sugía, una mujer de 28 años que se reconoce como afromexicana; ella nació, ha crecido y sigue residiendo en la Ciudad de México. Celeste Sánchez es licenciada en psicología por la Universidad Nacional Autónoma de México, se especializa en el área de neurociencias y ha trabajado en el Instituto de Fisiología Celular de dicha universidad. En la actualidad estudia el doctorado en Ciencias Biomédicas en la misma institución y hace trabajo voluntario con niñas y niños en espera de deportación en una estación migratoria de la Ciudad de México, como parte del programa Dreams, de la asociación Pozo de Vida. Además, ha participado activamente en el proceso de reconocimiento de los derechos de las personas afrodescendientes y afromexicanas en la Constitución Política de la Ciudad de México; primero, como parte de Efecto Valores A. C. y, más recientemente, como integrante de la organización Afrodescendencias en México Investigación e Incidencia A. C.

Celeste y yo nos conocimos en el Museo de Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México, durante el Encuentro Nacional Avances y Retos de la Inclusión de los Pueblos Afromexicanos y Personas Afrodescendientes: Reconocimiento, Justicia y Desarrollo, celebrado en agosto de 2015. En este artículo se toman en cuenta las interacciones y conversaciones que hemos tenido desde entonces en diferentes espacios y momentos; sin embargo, el análisis se centra en una entrevista realizada en abril de 2017, que inició con una indagación general sobre la historia de su vida, para permitir que ella misma construyera su biografía.

De acuerdo con los especialistas en historia oral, Mario Camarena y Gerardo Necoechea,[9] la manera en que las personas estructuran las narraciones de su propia vida representa “la llave” para comprender sus experiencias. Además, el centro de este tipo de entrevistas es “la experiencia individual” y “su significado en los eventos narrados por un individuo”.[10] Aunque la historia oral da cuenta de la vida cotidiana de los sujetos, también “debe buscar las huellas entre la vida cotidiana y los procesos políticos y económicos de mayor alcance”.[11]


 Al centro, María Celeste Sánchez Sugía; a la derecha, Stephanie Sánchez, su hermana; y a la izquierda, la autora de este texto, previo a la conferencia El Proceso de Reconocimiento Constitucional de los Afrodescendientes y Afromexicanos en la Ciudad de México; Museo Nacional de las Culturas del Mundo, Ciudad de México, febrero de 2017. Esta imagen fue elegida por Celeste para su perfil en Facebook. Fotografía: José Luis Martínez.


María Celeste Sánchez Sugía durante la conferencia referida anteriormente, febrero 2017. Fotografía: José Luis Martínez.

A continuación se identifican los tiempos y espacios de la historia de vida de Celeste Sánchez y se discute cómo ello se vincula con el proceso de construcción identitaria; posteriormente, profundizo en la construcción de la memoria y los significados de lo negro, la afrodescendencia y la afromexicanidad que ha construido (y sigue construyendo) esta mujer joven de la Ciudad de México, así como las repercusiones que ello ha tenido en su vida.

Espacios-tiempos en la narración biográfica

De acuerdo con Gerardo Necoechea,[12] “la primera entrada de análisis del relato oral puede ser a través de los usos del tiempo y el espacio”. Una de las razones para vincular esas dos dimensiones es que “no hay suceso que ocurra en un vacío”.[13] De manera semejante, Doreen Massey explica[14] que no hay tiempo sin espacio, pero añade que tampoco hay espacio que sea estático; de allí que esta geógrafa abogue por pensar en términos de “espacio-tiempo”.[15] Massey explica que no sólo el espacio es una construcción social, sino que también es fundamental considerar que lo social y la sociedad están construidos espacialmente;[16] además, la construcción de los espacios, de los lugares y nuestros sentidos sobre ellos se vinculan con y dependen del género.[17] Así, es pertinente preguntarnos: ¿Cómo se entrelazan tiempos y espacios en el relato autobiográfico de Celeste? ¿Qué puede decirnos todo ello acerca del proceso de construcción identitaria de esta mujer?

Al principio de su relato, María Celeste indica su lugar y fecha de nacimiento (“nací aquí, en la Ciudad de México, el 29 de enero del 90”), pero de inmediato se remite a sus hermanos y a la migración de sus padres, de modo que es posible afirmar que los primeros espacios de su vida son Cuajinicuilapa, Guerrero, y Teoselo, Veracruz, lugares de origen de su madre y su padre, respectivamente. Esos espacios se ubican en tiempos previos a su propio nacimiento, ya que esta migración ocurre cuando su padre tenía seis años, y su madre, quince o diecisiete. Ello le permite construirse como la segunda hija de personas que migraron a la Ciudad de México desde otras entidades del país, pero el hecho de que ella haya nacido en la capital del país constituye una dimensión medular de su identidad, pues a partir de ello construye el apego a un lugar o un sentido de lugar.[18] Dos años después del nacimiento de su hermano mayor nació ella y, posteriormente, su hermana menor, Gloria Stephanie.

El segundo espacio-tiempo es Iztapalapa, lugar donde residió hasta hace muy poco tiempo y donde se encuentra la primaria y la secundaria donde estudió. Se trata de una delegación de la Ciudad de México, la más poblada del país; presenta altos índices de marginación y pobreza respecto del resto de la urbe. Además, como se señaló al principio, es la delegación de la Ciudad de México con mayor concentración de personas que se reconocen como negras, afromexicanas o afrodescendientes (más de 38 000). En su narración, Celeste insiste en que no tenía parientes cercanos que hubieran estudiado el nivel superior y que la situación económica en su casa nunca fue de abundancia económica.

La Preparatoria número 7 es el siguiente espacio-tiempo significativo para Celeste, y fue allí donde conoció el libro de Oliver Sacks, primera referencia a la que se remite en este artículo. La lectura de esa obra no fue nada trivial para Celeste Sánchez, sino que representó un momento decisivo para su elección de carrera. Estudiar Arte y Comunicación Visual hubiera sido el destino de Celeste si es que su familia hubiese tenido dinero suficiente para cubrir los gastos necesarios; sin embargo, debido a la situación económica, buscó otra opción y, dado que había disfrutado bastante el libro de Oliver Sacks, que leyó en la materia de Psicología, decidió pasar del arte a la ciencia de la conducta.

Fue por una amiga de la prepa que decidió entrar al campus de Ciudad Universitaria (CU). “Como que la corriente me llevaba”, señala Celeste, pero dicha corriente estaba orientada por sus relaciones de amistad entre pares, lo que nos remite a la construcción de redes sociales y su vinculación con la agencia social.[19] También es importante mencionar que su mamá “siempre” manifestó un interés para que ella y su hermana siguieran estudiando y preparándose, actitud que contrasta con la de su padre: “si nos hubiéramos casado y ya no le hubiera importado nunca en la vida” (Celeste Sánchez, entrevista, 2017).

Ciudad Universitaria, específicamente la Facultad de Psicología, fue el siguiente espacio-tiempo significativo para Celeste, mismo que a partir de entonces ocuparía un lugar destacado. La vida universitaria la llevó del tronco común de materias a la elección de cursos de actualización en neurociencias y biología, por ser lo que más comenzó a interesarle tras haber llevado una materia sobre bases fisiológicas con una maestra muy exigente; aunque le significaba mucho esfuerzo y dedicación obtener buenas calificaciones en esas materias, Celeste elegía a los maestros más difíciles porque le interesaba aprender más; fue a partir de entonces cuando manifestó una cierta independencia de aquella corriente orientada por sus amigos, quienes preferían profesores que no los orillaran a esforzarse tanto para conseguir notas altas.

El espacio-tiempo correspondiente a su paso por CU le ha permitido construirse como una mujer joven universitaria, dedicada a la ciencia; sin embargo, en este contexto se percató de algunas diferencias respecto de sus compañeros, por ejemplo, muchos de ellos tenían padres profesionistas y ella no. Además, ella no sabía inglés y uno de sus amigos le insistía en que este desconocimiento lingüístico —que, de hecho, opera un marcador de clase— imposibilitaba que ella se dedicara al área de neurociencias: “No, pero tú no sabes inglés, tú no, ¿tú cómo?, ¿cómo vas a hacer eso si no sabes inglés?, y todos los artículos son en inglés” (Celeste Sánchez, entrevista, 2017). No obstante, hubo otras amistades que la motivaron a seguir por el camino de sus gustos, intereses y pasiones, aunque le implicaran un esfuerzo mayor.

Su titulación, en 2014, implicó una ruptura en su vida, un cambio o punto de quiebre. Al concluir la carrera, Celeste sabía que deseaba estudiar un posgrado, pero antes de ello dedicó un tiempo a buscar empleo en laboratorios, donde tuvo dificultades porque muchos de estos lugares preferían a químicos, biólogos o médicos. A partir de su titulación, podemos decir que inició un momento cuyo espacio no es evidente o explícito, y precisamente esta ambigüedad refuerza la sensación de inseguridad, inestabilidad e indecisión. Sus conocimientos fueron cuestionados en cada uno de los lugares donde buscó trabajo y fueron varias las veces que la rechazaron; “seguí buscando y no encontré nada”, explica Celeste Sánchez (entrevista, 2017). En ese momento, también sintió una presión por generar ingresos, debido a la situación económica familiar que se comentó anteriormente, además de la expectativa relacionada con la edad, que la llevaban a la búsqueda de la independencia, pues se encontraba en el tránsito entre la juventud y la adultez: “Tuvimos beca y estuve trabajando casi toda la tesis con otro doctor que fue mi revisor, ayudándolo a revisar tareas y toda la cosa, o sea con eso también fue que pude, que pude seguir viniendo al laboratorio diario y toda la cosa. Entonces cuando salí, cuando terminé dije: ‘No. Tengo que buscar trabajo, y tengo que buscar y ser independiente’” (Celeste Sánchez, entrevista, 2017).

Al poco tiempo, una amiga le informó de una oportunidad laboral en un proyecto sobre deporte en la delegación (alcaldía, desde 2018) Tlalpan, y se incorporó como coordinadora de éste. No obstante, continuó la sensación de disgusto, ya que fueron seis meses llenos de amargura: “Estuve amargada todos esos meses... porque no había algo que me motivara. En realidad, ganaba bien, pero eso no me daba nada; o sea, ganaba bien, pero [...] sin hacer casi nada” (Celeste Sánchez, entrevista, 2017). A pesar de recibir un buen ingreso económico y laborar jornadas cortas, Celeste no estaba conforme con este tipo de trabajo porque sentía que esa actividad no la hacía “crecer para nada, en ningún aspecto” (Celeste Sánchez, entrevista, 2017).

Además, en ese espacio-tiempo Celeste tenía la responsabilidad de coordinar a un grupo, alrededor de veinte personas, muchas de las cuales eran mayores que ella. Su trabajo y su autoridad se cuestionaban constantemente por ser joven y ser mujer: “En realidad ellos nunca hicieron nada [...] muchos cobraban nada más [...] y yo muchas veces me enojaba porque muchos de los que eran mayores, a mí, pues me veían así de: ‘tú qué me puedes venir a mandar’” (Celeste Sánchez, entrevista, 2017). También había algunos de ellos que eran menores y Celeste considera que no logró identificarse ni con unos ni con otros: “Nunca, nunca me pude identificar con nada de ellos. Yo no tenía nada en común con ellos. Y entonces con los chavitos, que porque estaban más chicos. Con los más grandes, porque pues, ellos llegaban y muchas de las veces ellos me gritonearon y toda la cosa” (Celeste Sánchez, entrevista, 2017).

De hecho, en una ocasión una de las mujeres a su cargo la interpeló directamente: “¿Tú qué, o sea tú quién eres?, ¿quién te metió aquí o por qué?, ¿cómo eres la jefa?” (Celeste Sánchez, entrevista, 2017). Esta frase no sólo expresa la sorpresa de aquella mujer por que otra mujer más joven pudiera tener un puesto de autoridad, sino que además pone en duda su ética y calidad moral al asumir que algún tipo de relación, quizá sexual, y no su preparación profesional, fueron el motivo de que coordinara el proyecto. María Celeste le explicó que había estudiado la Licenciatura en Psicología y le preguntó qué preparación tenía ella: “No pus yo tengo la primaria”, le respondió la señora (Celeste Sánchez, entrevista, 2017). Esa experiencia no sólo refuerza su identidad como mujer y persona joven, sino también como profesionista.

Un nuevo espacio irrumpió en ese tiempo intermedio, gracias a otra amiga llamada Xóchitl; se trata de la estación migratoria a la cual sigue acudiendo en la actualidad. Su actividad principal allí era jugar con niñas y niños, pero paulatinamente se involucró más en el trabajo con ellos y obtuvo más responsabilidades, de modo que logró sistematizar y diseñar actividades y materiales relacionados con la prevención del abuso sexual. El trabajo voluntario que sigue desarrollando con niñas y niños en esa situación le permiten conocer sus experiencias, a las cuales es sensible, además de que a partir de ello busca contribuir en la defensa de los derechos humanos y, en particular, de los derechos de la infancia. En sus palabras: “Momentos así [con niños en la estación migratoria] quitan el cansancio de la semana y llena de emoción saber que algunas acciones, por pequeñas que sean, pueden impactar la vida de un niño o niña” (Celeste Sánchez, publicación en muro de Facebook, 10 de marzo de 2018).


María Celeste Sánchez Sugía (primera de la izquierda) durante el diseño de actividades didácticas para personas de diferentes nacionalidades y edades en tránsito o residencia temporal en México; al lado, su hermana, Gloria Stephanie Sánchez. Fotografía: Cristina Masferrer León, abril 2017.

Tiempo después, Xóchitl (la amiga que la invitó a trabajar en la estación migratoria, con Dreams y Pozo de Vida) la invitó a integrarse a Efecto Valores A. C., pero además de ello, le pidió que abriera y coordinara la “línea de Afrodescendientes”, junto con su hermana. Nuevamente, se trató de un cambio o un momento de reconstrucción o reestructuración, pero ya no en cuanto a lo académico y profesional, sino en cuanto a su identidad e incluso a sus relaciones familiares. Pensó qué hacer para poder cumplir con la solicitud de su amiga y se le ocurrió acercarse a su tío, presidente de una organización negra o afromexicana del país, quien la invitó a asistir al encuentro nacional, donde ella y yo nos conocimos. Después asistió a otros encuentros, talleres, cursos y coloquios relacionados con la población afrodescendiente. Por tanto, este momento pudiera marcar un antes y un después, en cuanto a la construcción de la dimensión afrodescendiente de su identidad, tema que se aborda en el siguiente apartado.

Antes de la invitación de su amiga y la del presidente de la organización Efecto Valores A. C., María Celeste asegura que no había pensado en este tema o población: “Pero antes de eso nunca me había interesado por el tema, nunca en la vida, nunca, nunca, nunca” (Celeste Sánchez, entrevista, 2017). Su insistencia y reiteración en la palabra “nunca” se sitúan en un presente que describe un cambio súbito entre desconocer sobre el tema y saber al respecto e identificarse como tal; sin embargo, más adelante veremos que la construcción de esta dimensión identitaria no fue tan súbita como podría parecer en primera instancia.

Otra organización con la cual colaboró fue el Movimiento Unido por la Infancia en México (MUI), con quienes impartieron talleres en secundaria relacionados con la prevención del abuso sexual.

Su participación en organizaciones civiles sigue siendo importante en la actualidad, pero a decir de ella, no es la parte más relevante, ya que mientras participaba en éstas sentía que hacía falta continuar con su labor de investigación en laboratorios. En sus palabras: “Sí es una parte muy importante para mí, pero había algo que me faltaba, o sea, seguía sin hacer todo lo que me gustaba” (Celeste Sánchez, entrevista, 2017). Entonces volvió a intentar trabajar en laboratorios y se integró a un proyecto de ciencia básica en el Instituto de Ciencias Biomédicas. Paradójicamente, tuvo la oportunidad de colaborar en un proyecto sobre arte y cerebro —interés que fue relevante cuando estudiaba la preparatoria—, pero solicitó al responsable integrarse al proyecto de ciencia básica, relacionado con la serotonina. Ello le permitió ingresar a uno de los pocos laboratorios en México que cuentan con un microscopio multifotónico, el cual describe como una herramienta verdaderamente magnífica que, evidentemente, la apasiona: “Se va a poder ver la serotonina, ¡Dios!” (Celeste Sánchez, entrevista, 2017). Actualmente desarrolla un proyecto sobre la modulación de la conducta por liberación somática de serotonina y, durante la entrevista, describe apasionadamente qué significa y cuáles son las implicaciones de ello.

Después de transitar por un momento de inestabilidad, ahora Celeste parece experimentar un tiempo y espacio estable, en el que se siente relativamente cómoda, ya que estudia el doctorado e investiga en un laboratorio, lo que le permite cumplir cabalmente con su papel como universitaria y posicionarse como mujer científica en un ámbito mayoritariamente masculino. Además, sigue participando en actividades con niñas y niños en la estación migratoria y continúa en la promoción de los derechos de las personas afromexicanas como parte de la organización Afrodescendencias en México Investigación e Incidencia A. C.

Al preguntarle qué opinan en su laboratorio sobre su participación en estas actividades alternas, comenta que las aceptan con agrado. La actitud de su tutor ha tenido un papel importante en su posibilidad de seguir participando en esos diferentes espacios; en Facebook, su tutor escribió: “Admiro mucho a una alumna que tengo en mi laboratorio, porque ella ayudó para que se diera el reconocimiento” (Celeste, entrevista, 2017). Así, el espacio-tiempo desde el cual Celeste elabora actualmente su narración biográfica refleja un vínculo formidable entre distintos espacios-tiempos que han sido significativos a lo largo de su vida.

La construcción de la memoria y la dimensión identitaria afromexicana

En un primer nivel de análisis del relato de esta mujer joven de la Ciudad de México parecería que la afrodescendencia sólo estuvo presente desde que su amiga le pidió que abriera una línea relacionada con esta población, como parte de sus actividades en la asociación Efecto Valores A. C.; sin embargo, en este apartado quisiera desarrollar y proponer que a lo largo de la vida de María Celeste Sánchez Sugía hubo numerosos elementos y experiencias que se vinculaban con la afromexicanidad y que habían permanecido silenciadas y ocultas. Por ello, retomo a Erikson[20] para señalar que se trataba de una dimensión identitaria que se encontraba latente por haber sido definida en términos negativos como producto del racismo histórico.[21] Es decir, la afromexicanidad que Celeste Sánchez construyó como una dimensión de su identidad y que hoy expresa tan abiertamente no fue un fenómeno súbito, sino un proceso basado y fundamentado en sus propias experiencias que en otros momentos de su vida no se exteriorizaban o hacían explícitas y que requirieron de un ejercicio de reflexión y memoria para salir a la luz.[22]

De acuerdo con Erik Erikson, en ciertas circunstancias la identidad puede existir de manera latente, por lo que “carece en muchos sentidos de voz, contra los estereotipos que la ocultan”.[23] Además de estereotipos, habría que añadir el racismo lacerante, estructural e histórico que tanto en México, como en otros países, aún pesa sobre las poblaciones de origen africano. El mismo autor explica que “el individuo perteneciente a una minoría oprimida y explotada, que es consciente de los ideales culturales dominantes, pero al que se le impide emularlos, puede fusionar las imágenes negativas que acerca de sí mismo le ofrece la mayoría dominante, con la identidad negativa cultivada en su propio grupo”.[24]

Para Erikson, “aquello que está latente puede convertirse en viva actualidad, y de este modo en un puente desde el pasado al futuro”;[25] de allí la relevancia de intentar recuperar los aspectos negados o que han perdido la batalla contra los estereotipos (por eso el autor utiliza el término en inglés: surrendered). Este proceso también es significativo porque la identidad, tanto a nivel individual como social “vincula la actualización de un pasado vivo aún, con la de un prometedor futuro”;[26] en otras palabras, recuperar nuestro pasado desde el presente nos permite proyectarnos a nosotros mismos hacia el futuro.

Alessandro Portelli indica que la memoria “no es un archivo del pasado, sino el proceso que transforma los materiales del pasado en materiales del presente, reelaborándolos continuamente”.[27] Así, cuando su amiga le pidió que abriera la línea de afrodescendientes, Celeste se acordó de su tío, Sergio Peñaloza, líder de México Negro A. C., una de las organizaciones afromexicanas más significativas del país. Es pertinente mencionar que en un inicio esa relación de parentesco derivó en que muchos no reconocieran a ella ni a su hermana por sí mismas, sino que las señalaran como “las sobrinas de” o que las trataran diferente antes y después de conocer ese dato. Esta situación molestaba a Celeste porque, más allá de la estima y el cariño que siente hacia su tío, ella lo vivía como una negación de su persona, lo que revela una jerarquización adultocéntrica y machista, donde las mujeres jóvenes se ubican en función de su relación con un varón de mayor edad. Además, Celeste fue cuidadosa de no sacar provecho de las relaciones que su tío había construido a lo largo de varias décadas, sino que estuvo interesada en construir las propias.

Entonces, Celeste quería cumplir con la solicitud de su amiga, de Efecto Valores A. C., pero insistió en que en ese momento no conocía sobre el tema y “nunca” se había considerado afrodescendiente:

Nosotros no teníamos ninguna experiencia todavía, como para manejar una línea, ¿no? Una línea de una temática que no conocemos, a pesar de que podríamos decirnos afrodescendientes, en ese momento nunca en la vida había dicho: “ah, soy afrodescendiente”, ¿no?; ni me había sentido orgullosa de serlo, o sea, ni cosas así, entonces decía: “¿cómo voy a manejar la línea?” (Celeste, entrevista, 2017).

Ante mi insistencia al respecto, para indagar sobre su afirmación de que nunca había tenido idea de ser afrodescendiente, empezó a hacerse evidente que ciertos aspectos de su identidad se habían mantenido latentes u ocultos, pero que, a partir de su participación en organizaciones civiles, habían encontrado un camino para expresarse. Así, en su primera respuesta al preguntarle específicamente sobre ser afrodescendiente, aparece lo negro:

Eh, sabía, o sea mi mamá se reconoce como negra, y ya. O sea, pero nunca había escuchado la palabra antes, ¿no?; o sea, quizás sí, pero no era así como que yo lo pensara de que yo lo soy. Sólo sabía que mi mamá era de allá de la Costa Chica, y que a ella le decían, ella se considera negra y ella, y ya y solamente eso. O sea, la verdad cuando éramos pequeñas, como que la que sufrió más eso de que, de que se burlaran de su color o algo así, fue mi hermana. Yo, nunca (Celeste, entrevista, 2017).

Como puede notarse, lo negro aparece vinculado con el prejuicio y la discriminación, pero es necesario explicar que no es Celeste quien expresa prejuicio hacia lo negro, sino que, en su memoria, lo negro y el prejuicio se encuentran relacionados. En trabajos previos he analizado la manera en que el prejuicio es parte de la representación social de niños de la costa de Guerrero y Oaxaca sobre lo negro o las personas negras.[28] Considero que esta vinculación es uno de los motivos por los que la dimensión afromexicana de su identidad se encontraba latente y no se había expresado plenamente. Se trata, además, de la transmisión generacional de la memoria del racismo,[29] es decir, de las experiencias asociadas al racismo que su madre ha vivido en diversas ocasiones y que muchas veces ha compartido con sus hijas, insistiéndoles en la importancia de estar orgullosas de sus orígenes.

Otro aspecto de suma importancia es la manera en que la identidad afromexicana, afrodescendiente o negra se encuentra enraizada en un lugar como la Costa Chica; ello también fue identificado entre niñas y niños de dicha región.[30] El concepto de lugar (place) hace referencia a un espacio construido social, ideológica y ecológicamente.[31] Para Doreen Massey, “cada lugar es un nodo abierto de relaciones, una articulación, un entramado de flujos, influencias intercambios”[32] y ello se relaciona con la identidad; “la identidad de un lugar —cualquier lugar— no está arraigada simplemente dentro del lugar, sino que está compuesta por relaciones externas”.[33]

En este momento es pertinente recordar lo que se señaló anteriormente: que no sólo el espacio es construido socialmente, sino que lo social también es construido espacialmente. Así, mientras que a los niños afromexicanos de la Costa Chica la asociación entre este lugar y lo negro les facilita identificarse con ello, en el caso de Celeste ocurrió lo contrario, al sentir que esta identidad no era congruente con la Ciudad de México, su principal lugar de identificación. Así, Celeste afirmó: “Yo decía, ‘pues yo no soy de allá’, siempre dije, ‘yo no soy de allá, mi mamá es de allá, yo no soy de allá’” (Celeste Sánchez, entrevista, 2017).

Aunque en cierta medida ella era parte de las redes sociales y familiares de dicho lugar, no se consideraba plenamente parte de él. Valoraba elementos de la dimensión ecológica del lugar, como ir al río, pero no sentía una identificación plena con la dimensión ideológica o simbólica de dicho lugar, a excepción de la comida, la cual ama “con toda la vida”:

Yo no tengo nada de eso, ¿no?; o sea como que, de verdad, y aparte los bailes, o sea, como el baile de los diablos, que lo veo [con] los primos que tengo allá en Cuaji, ellos pues participan y son así de que: “Ay, ya son los de los diablos” y todo eso. A mí nunca me llamó la atención, o sea, nunca fue así de que: “Ah sí, está chido”. Las chilenas nunca me gustaron, o sea, era así como que “ah, equis”, nunca estuve cerca (Celeste Sánchez, entrevista, 2017).

Sin embargo, al indagar de manera particular al respecto de esta dimensión de la identidad, resulta que la identidad negra, afrodescendiente o afromexicana se encontraba en cada uno de los espacios-tiempo descritos en el apartado anterior. Su relato prácticamente inició con el lugar de origen de su madre: Cuajinicuilapa. Esta ciudad o cabecera municipal es considerada una de las cunas de esa población. A mediados del siglo XX, el etnohistoriador Gonzalo Aguirre Beltrán emprendió el esbozo etnográfico de un pueblo negro[34] en dicha localidad, que en ese entonces era conocida como Cuijla. Allí se encuentra el primer —y hasta hace poco, el único— museo del país que se dedica especialmente a contar la historia y el presente de estas comunidades. También allí fue develada una placa de la unesco que nombra a Cuajinicuilapa, Sitio de Memoria de la Esclavitud y las Personas Afrodescendientes.

El siguiente espacio-tiempo significativo para Celeste es lo que puede denominarse “Iztapalapa-Casa”. Durante su infancia recuerda que, a su hermana menor, un niño “le decía negra, negra, negra y la molestaba” (Celeste Sánchez, entrevista, 2017). Otro aspecto importante tiene que ver con los familiares paternos con quienes correside. Recordó que una de sus tías, quien tiene algunas afectaciones a la salud física e intelectual “siempre” les decía: “‘bueno, tu mamá es negra, pero es muy buena gente...’; siempre, siempre decía eso, siempre” (Celeste Sánchez, entrevista, 2017). La insistencia en la palabra “siempre” indica la fuerza y no sólo la recurrencia de dichos comentarios, ya que posteriormente afirma: “siempre, siempre la insultaba con eso”.

En ese momento, Celeste también recordó la insistencia de aquella tía para que ella y su hermana consiguieran a un hombre “güero” y “de ojos azules”, “para mejorar la raza”. Es entonces cuando recordó que a su mamá no sólo la insultaba su tía sino también la gente en la calle, gritándole “negra”; y comenzaron a surgir los relatos de su propia madre sobre detenciones arbitrarias, insultos y acoso por su color de piel y su forma de hablar. Reconoció que antes no le afectaba, pero “ahora lo pienso y digo: ‘es que sí estuvo todo bien feo’, ¿no? Yo decía, ‘si yo hubiera vivido eso, yo creo que me hubiera quedado mal’, no sé” (Celeste Sánchez, entrevista, 2017).

Por otro lado, en ese mismo tiempo y espacio, el cariño con que su padre acompaña la palabra “negra”, al referirse a su madre, e incluso sus observaciones sobre los diferentes tonos de piel de su familia vuelven a remitirnos a la complejidad y las posibles contradicciones sobre la construcción de significados sobre lo negro. Su padre reconoce la diferencia entre su tono de piel y el de sus hijos, y asegura que es Celeste quien tiene el tono más cercano al suyo, empero, él parece considerar a lo negro como algo positivo e incluso lo considera uno de los motivos por el cual le gustó la madre de Celeste.

La preparatoria fue uno de los momentos en que parte central de la identidad afrodescendiente comenzó a expresarse, aunque también fue entonces cuando presenció silenciosamente el constante acoso escolar hacia uno de sus compañeros de grupo; un adolescente cuya madre era originaria de Pinotepa Nacional (Costa de Oaxaca), quien recibía todo tipo de insultos racistas: “Negro, Memín, un buen, un buen, un buen de apodos” (Celeste Sánchez, entrevista, 2017). En eventos públicos, María Celeste ha hecho referencia a ese recuerdo y ha reflexionado sobre por qué nunca lo defendió; en el fondo, temía que si hacía o decía algo para defenderlo, burlas e insultos similares podrían dirigirse contra ella; lo ha externado, por ejemplo, en la presentación del “Decálogo para el Reconocimiento de las Poblaciones Afromexicanas y sus Derechos en la Constitución Política de la Ciudad de México” ante los redactores de la Constitución de la Ciudad de México, CDHDF, en julio de 2016, y en el Foro Afrodescendientes: Reflexiones sobre la Niñez y Adolescencia, organizado por el Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescente (Sipinna), Museo de Culturas Populares, en febrero de 2018.

En ese mismo espacio-tiempo Celeste inició el proceso de soltarse el cabello, el cual antes ocultaba porque “siempre” le decían que lo tenía despeinado y que se enredaba, de modo que ella trataba de cubrirlo con “plastas de gel”. Ella había interiorizado el estigma racista que opera contra este rasgo corporal visible, llegando a pensar que, efectivamente, estaba “feo” y no se podía peinar. Celeste sentía mucha inseguridad por su cabello y su cuerpo en general (Celeste Sánchez, entrevista, 2017). Poco a poco empezó a soltarlo a sugerencia de sus compañeros de la prepa. Sin embargo, aún en la universidad seguía utilizando gel y cortándolo para que le quitaran volumen. Incluso cuando le pidieron que abriera y coordinara la línea de Afrodescendientes en Efecto Valores A. C., Celeste pensó: “Me dicen esto porque me veo como afrodescendiente”, remitiéndose a varios aspectos corporales visibles, como su cabello, nariz y tono de piel, que en distintos momentos han derivado en la extranjerización de su persona, ocasionado que la señalen como una persona de la costa de México o, incluso, de otros países; sin embargo, fue a partir de su participación en asociaciones de derechos humanos que esta inseguridad respecto de su cabello y el resto de su cuerpo cambió:

Yo sí creo que conocer más de la historia y más, y estar más envuelta en esto, en el tema de afrodescendientes, eso me ayudó un buen o sea ser segura conmigo; o sea, yo la verdad lo agradezco enormemente, más que de lo que ahorita tenga de conocimientos y toda la cosa, más, o sea, conmigo, o sea el aceptar qué era, y que, y que, o sea, fue cuando dije “ah, también está padre”, ¿no? (Celeste Sánchez, entrevista, 2017).

De acuerdo con Erving Goffman,[35] los símbolos de estigma pueden ser usados de manera voluntaria por las personas estigmatizadas. Uno de los motivos para hacerlo es la participación en programas militantes; en ese caso, a la persona le interesa hacer explícita su propia diferencia. Goffman también explica que “aprender a encubrirse constituye una de las fases de la socialización de la persona estigmatizada”, pero en otro momento de su vida “puede llegar a sentir que debería estar por encima del encubrimiento, que si se acepta y respeta a sí mismo no sentirá necesidad de ocultar”[36] el atributo construido como estigma. Por tanto, “después de haber aprendido laboriosamente” a encubrirse, la persona puede hacer todo lo posible por revelar voluntariamente y de forma explícita dichos atributos.[37]


María Celeste Sánchez Sugía (primer plano) y su hermana Gloria Stephanie Sánchez Sugía durante la visita a la instalación didáctica de la exposición sobre afrodescendientes en México y Brasil, en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo de la Ciudad de México; previo a dictar la conferencia referida con anterioridad. Fotografía: Cristina Masferrer León, 22 de febrero de 2017.

En este sentido, la aceptación y el gusto que Celeste desarrolló por su cabello fue uno de los aspectos más evidentes cuando esta dimensión latente de su identidad detonó, después de años de haber permanecido oculta por las constantes críticas al respecto, por la vergüenza de que ello despertara cuestionamientos sobre su lugar de origen y le dijeran que ella era de la costa guerrerense, o que la desterraran verbalmente de su propio país diciéndole que es de Cuba, lo que antes le daba “muchísima pena”. No obstante, aceptar su cabello la llevó a decir después: “Ah, sí, soy afromexicana, soy afrodescendiente”, a preguntarse qué implicaba ello, a indagar más sobre lo que su mamá le contaba y a escuchar con atención las historias de sus abuelos maternos. A partir de ello, uno de los cambios más significativos es que ahora, si le dicen que es de Cuba, ya no siente vergüenza y además puede explicar qué es y de dónde viene, entre otras cosas. De acuerdo con Celeste: “Contar esa historia y decir que estoy orgullosa de eso ha ayudado mucho a mi vida” (Celeste Sánchez, entrevista, 2017).

Conocer y poder contar la historia que ahora considera propia le ha permitido reconstruir su memoria individual y apropiarse de la memoria colectiva de las personas afrodescendientes. Como indica Joutard,  “la función que cumple la memoria colectiva es la afirmación del grupo, la defensa de su existencia y su justificación”. Sin embargo, la recuperación de esta memoria también tiene importantes consecuencias a nivel individual, como lo explica magistralmente Alessandro Portelli:

Contar una historia es levantarse en armas contra la amenaza del tiempo, resistirse al tiempo o dominarlo. Contar una historia preserva al narrador del olvido; una historia construye la identidad del narrador y el legado que dejará al futuro. Para que el narrador se recupere del tiempo y avance en el tiempo, un relato debe conservarse. Esto se aplica tanto a los relatos individuales como a los colectivos... a los mitos que configuran la identidad del grupo y a los recuerdos personales que configuran al individuo.[38]

En 2016 Celeste participó activamente para lograr el reconocimiento constitucional de las personas afrodescendientes y afromexicanas en la Ciudad de México, logro que se alcanzó en febrero de 2017. A pesar de dicho reconocimiento, algunas instancias presentaron controversias constitucionales contra la Carta Magna de la Capital, las cuales hicieron peligrar parte de la misma, en particular, el reconocimiento de los derechos de estas personas. Ante dicha situación, diversas organizaciones de la sociedad civil, con el apoyo de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, elaboraron un amicus curiae que, en junio de 2017, Celeste Sánchez y Hugo Arellanes (de la organización Huella Negra) entregaron a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Además, en estos años también ha participado en foros, encuentros y talleres, a partir de los cuales promueve los derechos de las personas afromexicanas y afrodescendientes de la Ciudad de México.

Comentarios finales

“Contar esa historia” y apropiarse de ella ha permitido a Celeste construir su memoria y su identidad como mujer afromexicana. Al señalar que esta dimensión se había mantenido latente en su identidad y su memoria, busco insistir en que su proceso de autorreconocimiento como afromexicana no fue súbito ni se produjo en un vacío, como emergiendo de la nada, sino que se fundamentó en numerosos aspectos de su experiencia de vida que habían permanecido ocultos por el racismo vivido por su madre, su hermana y por ella misma. Este proceso identitario como mujer afromexicana ocurre precisamente en el marco de las actividades locales derivadas del Decenio Internacional de los Afrodescendientes 2015-2024 declarado por la ONU.

Por otro lado, por ningún motivo debemos reducir su identidad a la afrodescendencia. Tal como lo indica Stuart Hall,[39] es necesario reconocer las múltiples dimensiones de las identidades sociales y que “fuimos construidos de manera compleja, a través de diferentes categorías, diferentes antagonismos”. En este sentido, es posible afirmar que una de las dimensiones de su identidad se centra en el lugar de nacimiento y residencia: la Ciudad de México; otra se vincula al hecho de ser hija de padres que migraron de Guerrero y Veracruz, de modo que su origen familiar se relaciona con estas entidades; una dimensión significativa de su identidad más tiene que ver con lo académico y lo profesional, construyéndose como universitaria, estudiante de doctorado y científica; sus experiencias también le definen como una persona joven y una mujer independiente que se encuentra en el tránsito hacia la adultez. Además, a pesar de la importancia del espacio donde creció, Iztapalapa, y la colonia donde actualmente reside (Santo Domingo, Coyoacán), en la historia de vida de Celeste estos lugares no parecen tener un peso tan significativo como los otros que se han analizado a lo largo del artículo. Es importante subrayar la manera en que distintas dimensiones de su identidad estuvieron en pugna en diferentes momentos de su vida. Específicamente, su pertenencia a la Ciudad de México se debatía con lo afromexicano como una dimensión enraizada en un lugar diferente al suyo.

El éxito de las acciones en que ha participado son testimonio tangible de la agencia social de esta mujer joven afromexicana, así como del impacto que ella ha tenido en procesos políticos tan relevantes como la formulación de la primera Carta Magna de la capital del país. Así, los procesos de construcción de la memoria y la identidad afromexicana de una mujer joven de la Ciudad de México han derivado en acciones específicas cuya incidencia no sólo se ve expresada en la Constitución Política referida, sino también en los demás ámbitos donde María Celeste Sánchez Sugía se desenvuelve: con niñas y niños en la estación migratoria; con las personas que asisten a los talleres, conferencias o ponencias que imparte; con los lectores de sus artículos en los que promueve los derechos humanos;[40] con sus compañeros en el laboratorio del Instituto de Fisiología Celular; con su tutor en el doctorado de Ciencias Biomédicas de la Universidad.

Dado que la sociedad está construida espacialmente y los espacios no sólo son construcciones sociales sino también históricas,[41] es pertinente prestar atención a las maneras en que las acciones de los sujetos coadyuvan a transformar —aunque sea a cuentagotas— las estructuras macrosociales ya que también de ello dependen las transformaciones de los espacios. Como he mostrado en este artículo, la identidad y la memoria se construyen y reconstruyen a partir de tiempos y espacios que se engarzan y transforman de manera compleja y dialéctica. La construcción identitaria y la construcción social del espacio y del lugar se configuran mutuamente, de allí que para analizar los procesos de construcción de identidades étnicas como la afromexicana, así como los mecanismos del racismo que la obstaculizan, sea fundamental examinar los significados del lugar a partir del cual las personas desarrollan sentidos de pertenencia y redes sociales, y las relaciones internas y externas que históricamente han constituido a dicho lugar.


[1] Oliver Sacks, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (s. l.: s. e., 2013), 126, acceso el 29 de abril de 2019, http://mimosa.pntic.mec.es/~sferna18/EJERCICIOS/2013-14/Sacks_Oliver-El_Hombre_Que_Confundio_a_Su_Mujer_Con_Un_Sombrero.pdf.
[2] Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), Perfil sociodemográfico de la población afrodescendiente en México. Encuesta Intercensal, 2015 (México: Inegi / Conapred / CNDH, 2017).
[3] Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Estudio especial de la cndh sobre la situación de la población afrodescendiente de México a través de la encuesta intercensal 2015 (México: CNDH, 2016), 51.
[4] Inegi, Perfil..., 25.
[5] Cfr. Gonzalo Aguirre Beltrán, La población negra de México. Estudio etnohistórico (México: FCE, 1972); Silvio Zavala, Una etapa en la construcción de la Catedral de México alrededor de 1585 (México: Colmex / El Colegio Nacional, 1995); Lourdes Mondragón, Esclavos africanos en la Ciudad de México. El servicio doméstico durante el siglo xvi (México: Editorial Euroamericanas, 1999); María Elisa Velázquez, Mujeres de origen africano en la capital novohispana, siglos xvii y XVIII (México: INAH / PUEG-UNAM, 2006); Cristina Masferrer León, Muleke, negritas y mulatillos. Niñez, familia y redes sociales de los esclavos de origen africano de la Ciudad de México (México: INAH, 2013).[6] Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), Estudio especial de la CNDH sobre la situación de la población afrodescendiente de México a través de la Encuesta Intercensal 2015 (México: CNDH, 2016).
[7] Idem.
[8] Citlali Quecha Reyna, “La niñez y juventud afrodescendiente en el México de hoy. Experiencias a partir de la migración México-Estados Unidos”, Cuicuilco 18, núm. 51 (mayo-agosto de 2011), 63-81; Haydée Quiroz Malca, coord., Contextos de las juventudes neorrurales de la Costa Chica de Guerrero (Cuernavaca: UAEM, 2013); Haydée Quiroz Malca, “Acercamientos a las juventudes de la Costa Chica de Guerrero, México: viejas historias, nuevas expresiones”, Yuyaykusun, núm. 7 (noviembre de 2014), 165-183.
[9] Mario Camarena y Gerardo Necoechea, “Conversación única e irrepetible: lo singular de la historia oral”, en Graciela de Garay, coord., Historia con micrófono (México: Instituto Mora, 1994), 51.
[10] Ibidem, 49 y 51.
[11] Philippe Joutard, Esas voces que nos llegan del pasado (México: FCE, 1986), 283.
[12] Gerardo Necoechea, “El análisis en la historia oral”, en Mario Camarena y Lourdes Villafuerte, coords., Los andamios del historiador. Construcción y tratamiento de fuentes (México: INAH / AGN, 2001), 302-316, 302.
[13] Idem.
[14] Doreen Massey, Space, Place and Gender (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1994), 269.
[15] Ibidem, 269.
[16] Ibidem, 254.
[17] Ibidem, 186.
[18] Cfr. David Butz y John Eyles, “Reconceptualizing senses of place: social relations, ideology and ecology”, Geography Annuary 1, núm. 79-B (1997), 1-25, 2.
[19] Mustafa Emirbayer y Jeff Goodwin, “Network Analysis, Culture, and the Problem of Agency”, American Journal of Sociology 99, núm. 6 (mayo de 1994), 1411-1454.
[20] Erik Erikson, Identidad, juventud y crisis (Madrid: Taurus, 1980).
[21] El antropólogo Roberto Cardoso de Oliveira retoma el concepto de identidad negativa de Erikson. Vid. Roberto Cardoso de Oliveira, Etnicidad y estructura social (México: CIESAS, 2007).
[22] Erving Goffman explica que hay diferentes estrategias o situaciones que pueden desencadenar, en las personas que son estigmatizadas, reflexiones que derivan en experiencias de orientación o reorganizadoras; una de ellas puede ser la lectura de obras literarias relacionadas con el grupo de pertenencia, por ejemplo, personas de afrodescendientes que leen novelas relacionadas con experiencias de esclavitud. Erving Goffman, Estigma. La identidad deteriorada (Buenos Aires: Amorrortu, 2006), 55.
[23] Erikson, Identidad..., 258.
[24] Ibidem, 263.
[25] Ibidem, 258.
[26] Ibidem, 269.
[27] Alessandro Portelli, “Elogio de la grabadora: Gianni Bosio y los orígenes de la historia oral”, Historias, núm. 30 (1993), 6.
[28] Cristina Masferrer León, “El racismo y la representación social de lo negro entre niños de pueblos afromexicanos”, Antropologías del Sur, Revista de la Escuela de Antropología de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, año 4, núm. 8 (diciembre de 2017), 169-189.
[29] Propongo este concepto para hacer referencia al proceso mediante el cual ciertos pasajes de la memoria colectiva se asocian al racismo. La memoria del racismo puede favorecer la concienciación sobre esta problemática y reforzar el orgullo de pertenecer a un grupo históricamente discriminado; pero también puede derivar en una reactivación de los conflictos y abusos de tiempos pasados, así como en sentimientos de vergüenza por ser parte de estas poblaciones, lo que ocasiona que la experiencia del pasado se viva como un estigma que favorece procesos de endorracismo y negación de ciertas identidades étnicas. Vid. Cristina Masferrer León, “Racismo y discriminación en contextos escolares de Oaxaca: mixtecos y afromexicanos”, Diario de Campo (mayo-agosto de 2018, en prensa).
[30] Idem.
[31] Massey, Space…; Butz y Eyles, “Reconceptualizing senses of place: social relations, ideology and ecology”.
[32] Doreen Massey, “Lugar, identidad y geografías de la responsabilidad en un mundo en proceso de globalización”, Treballs de la SCG, núm. 57 (2004), 77-84, 79.
[33] Idem.
[34] Gonzalo Aguirre Beltrán, Cuijla: esbozo etnográfico de un pueblo negro (México: SEP / FCE, 1985).
[35] Goffman, Estigma..., 121.
[36] Ibidem, 122.
[37] Idem.
[38] Portelli, “Elogio de la grabadora: Gianni Bosio y los orígenes de la historia oral”, 195.
[39] Stuart Hall, Sin garantías. Trayectorias y problemáticas en estudios culturales, ed. por Eduardo Restrepo, Catherine Walsh y Victor Vich (Popoyán / Lima / Bogotá / Quito: Universidad Javeriana / Instituto de Estudios Peruanos / Universidad Andina Simón Bolívar / Envión Editores, 2010), 327-328.
[40] María Celeste Sánchez Sugía, “Esperanza: el deseo de una niña migrante de reunirse con su familia”, Mexican Times. Piensa Global Opina Local, 28 diciembre de 2016; María Celeste Sánchez Sugía, “Catorce años de vigencia de la legislación antidiscriminatoria”, Mexican Times. Piensa Global Opina Local, 14 junio de 2017; María Celeste Sánchez Sugía, “Discriminación hacia migrantes haitianos en la frontera norte de México”, Mexican Times. Piensa Global Opina Local, 15 de febrero de 2018.
[41] Massey, Space..., 1994, 254.

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Narrativas Antropológicas, primera época, año 2, número 3, enero-junio de 2021, es una publicación electrónica semestral editada por la Dirección de Etnología y Antropología Soocial del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Secretaría de Cultura, Córdoba 45, col. Roma, C. P. 06700, alcaldía Cuauhtémoc, Ciudad de México, www.revistadeas.inah.gob.mx. Editor responsable: Benigno Casas de la Torre. Reservas de derechos al uso exclusivo: 04-2019-121112490400-203, ISSN: en trámite, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización del número: Íñigo Aguilar Medina, Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH, Av. San Jerónimo 880, col. San Jerónimo Lídice, alcaldía Magdalena Contreras, C. P. 10 200, Ciudad de México. Fecha de última actualización: 31 de diciembre de 2020.

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