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Las voces de las ecoaldeas
Entrevista con Sabina, miembro de la ecoaldea Teopantli Kalpulli

Alice Brombin
Becaria del Programa de Becas Posdoctorales,
Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM

alice.brombin@gmail.com

Fecha de recepción: 17 de septiembre de 2018
Fecha de aceptación: 17 de septiembre de 2018

Las ecoaldeas son comunidades intencionales experimentales que adoptan los valores ecológicos y una filosofía holística con el fin de recuperar una relación más directa y no mediada con el mundo natural a partir de la incorporación de economías de subsistencia. Pretenden nuevas formas de acción social que modifiquen de forma concreta la actual crisis ecológica global y redefinan las prácticas sociales de una manera más sustentable.

Teopantli Kalpulli es una ecoaldea fundada en la década de 1980, situada en San Isidro Mazatelpec, Jalisco. En ella se integra la tradición oriental hinduista, basada en prácticas de yoga y meditación, con el movimiento indigenista mexicano y con la sabiduría de los pueblos originarios americanos.

La comunidad está construida alrededor del “árbol de la vida”, que representa su centro material y simbólico, y en ella se juntan 12 familias, con un número aproximado de 40 miembros; tiene una escuela comunitaria con un programa educativo estatal que incluye además los conocimientos de sus miembros y otras temáticas como astrología, plantas medicinales, arte o conocimientos espirituales.

En las ecoaldeas la naturaleza es considerada como un sujeto activo que genera energías y emociones, recuerdos y deseos. La tierra, las plantas y los árboles permiten crear horizontes de significado de los cuales las prácticas son parte, y posibilitan el desarrollo de procesos de subjetivación, fomentan el reconocimiento y la valoración de las formas como los seres humanos participan en distintas ecologías vivientes. La entrevista que sigue clarifica ese punto y es testimonio de una de las primeras integrantes del Teopantli Kalpulli, interlocutora privilegiada que pudo vivir y observar la evolución de la vida comunitaria. Sabina y su familia son depositarios de una visión permacultural que se extiende a las relaciones sociales y a la forma de interactuar con el mundo natural.

Alice Brombin (AB): Quisiera saber un poco de su historia. ¿Cuál fue la razón por la que decidió empezar este camino comunitario en su vida?

Sabina (S): Una de las cosas muy peculiares de este lugar es que traíamos esa línea que era oriental, hindú, del yoga y la meditación, pero se hizo un mix con las tradiciones indígenas de aquí de América. Recibimos, por ejemplo, a un anciano que [en] ese tiempo era un joven, que se llama Chamalú, no sé si lo has oído mencionar; él es de Bolivia, de los Andes bolivianos; recibimos a José Argüelles, el que hizo todo el movimiento del 2012 y del calendario maya; él vino con Nadine, su esposa. Vino el maestro Domingo Martínez Paredes, que —no sé si has oído de Regina, el libro— es el autor de ese libro donde plantea un nuevo despertar de América, pero de la parte femenina. Ahí propone que la mujer dormida debe despertar. Tenemos en el centro un volcán, junto al Popo, y hay una leyenda muy antigua de una pareja que se enamoró y él se fue a la guerra y cuando regresó ella estaba muerta, y entonces la llevó a esa montaña, que por eso tiene el perfil de una mujer blanca que está dormida. Tomando ese símbolo, el maestro Paredes decía: “La mujer dormida debe despertar”. Venían maestros mayas, lakotas, siux y Dhani Wahoo, una mujer jefa de su tribu; creo que es uno de los únicos clanes que es dirigido por mujeres; ella es cherokee. Aprendimos agricultura orgánica. Además, nos daban prácticas como danzas, temazcal; Tigre Pérez, por ejemplo, que es el ideólogo del Canto de la Tierra; el maestro Jackson de los tipis...

AB: ¿Todas estas personas llegaban aquí a través de la relación personal con el maestro?

S: Sí, es que él andaba por todo el mundo viendo espiritualmente qué cosas se estaban desarrollando. Porque nosotros veníamos de una visión de un cambio de eras, de que cada 2 160 años cambia su frecuencia; tomamos de base el zodiaco y [que] el eje de la Tierra señala durante 2 160 años un signo; va como barriendo. Entonces ya estaba terminando el anterior, que era la era de piscis, que fue de mucha fe, mucha religiosidad, mucha restricción, sufrimientos, sacrificio, sometimiento de la mujer, etc.; y venía un nuevo periodo, que entró en el año 48. Entonces se iba a abrir la mente, iba a haber más fraternidad. Todavía estamos en el grado 0, estamos como en la prehistoria de esta nueva edad: te decía que siempre hay, en cada nuevo tiempo, siempre hay gente que antena [percibe] las cosas antes que los demás. Ahora, por ejemplo, el yoga aquí es (no sé en España o en Italia) un boom; el yoga, el vegetarianismo... Y en ese tiempo nosotros lo hacíamos, éramos los raros; hacíamos conferencias sobre ecología, sobre el calentamiento, que ni se usaba; como que entramos en esa frecuencia, y pues estábamos muy ocupados. Y también yo daba clases de yoga para parto natural; yo todos mis hijos los tuve en parto natural, fueron vegetarianos desde pequeños, los he bañado siempre con agua fría; o sea, teníamos muchas prácticas para fortalecer a las personas, tanto física, como emocional y mentalmente. Dábamos muchas conferencias; estábamos en un lugar inhóspito donde no había nada, pero estaban sucediendo muchas cosas; estábamos proponiendo que sucedieran; sembrando árboles, los domingos venía gente y hacíamos comida vegetariana. Aquí llegaron las primeras danzas circulares por Gwyn Peterdi, hay una en Inglaterra o Escocia, hay una comunidad Findhorn. Esta Gwyn, ahí estuvo; entonces de ahí nos trajo las danzas. Fue el primer lugar donde se hicieron las danzas circulares. Ella era amiga de una persona que vivía aquí. El primer temazcal de México fue aquí; tal vez el primer tipi. Todos venían invitados y nos traían regalos.

En el 89 hubo un evento muy grande, de muchísimas personas, que se llamó Canto de la Tierra. Fue una reunión de muchas tribus que se inició en Arizona, Estados Unidos, y vinieron del sur, del centro y del norte; fueron invitados de toda América. Nosotros les llamábamos los ancianos o los abuelos, a los que son dirigentes de su pueblo y sacerdotes de su pueblo y son los que mantienen la tradición. Entonces, vinieron durante unos días a hacer rezos por la humanidad. Luego, en el 92, hubo también otro movimiento indígena, que fue por los 500 años de la conquista y se hicieron muchas ceremonias de perdón, especialmente sobre los españoles y los ingleses. Todo ese año se trabajó en ceremonias de perdón y fueron por primera vez indígenas [...] La danza era una tradición, como una disciplina que, al atardecer, todos danzaban, como todos los pueblos antiguos. Los más viejitos en el centro, porque no tienen que dar tanta vuelta y los jovencitos, como estaban en círculos más grandes, tenían que correr más. También hicimos danzas, todavía se hacen; eso fue en el 92. Por aquí pasaron las Carreras de Paz y Dignidad; salen de Alaska y de Tierra del Fuego, ellos pasaron por aquí, hicieron su ceremonial aquí, trajeron sus bastones de cada pueblo. Cada pueblo manda su bastón y lo van bajando por toda América. Luego, en el 95, nos conectamos con los de la misión del arcoíris, los rainbows, y los otros, los de la tortuga, y aquí se hizo Consejo de Visiones, en el 95. Entonces ahí ya unimos; ellos también traen la punta de las nuevas visiones, como es la permacultura, que nosotros la conocimos a través de ellos porque con ellos venían australianos que habían sido discípulos de [Bill] Mollison y nos dieron los primeros cursos de permacultura aquí; las canciones mántricas y las canciones esas tan bonitas, pequeñas, universales; teatro. Ahí ya eran tres influencias muy fuertes: todo lo del yoga, lo oriental, lo místico, con todo lo indígena, y luego las visiones muy nuevas; porque todo eso era anterior. Por ejemplo, la tradición hindú y yóguica tiene miles de años, luego la tradición indígena también tenía miles de años, con las nuevas visiones. Ésos eran los acuarianos realmente.

[...] Esta comunidad, cuando la fundamos, uno de sus principios es que iba a ser ecológica 100 %; las primeras casas fueron hechas de adobe. Nosotros teníamos también eso; pero éstos, como ya traían la permacultura, ya sabían cómo hacerlo, ya con un método súper estructurado y súper completo de cómo es la permacultura, que incluye todos los aspectos de la vida social y entonces yo me quedé maravillada. Pero luego hubo un cambio y la plataforma de base cambió. Vamos como por el 95. Pues hubo un cisma en la institución. Hubo un cisma porque había varios maestros, pero este maestro con el que vivíamos aquí se abrió a los indígenas. Entonces empezaron a chocar ciertos conceptos. Por ejemplo, los indígenas no son vegetarianos, pero nosotros lo traemos como una de las principales prácticas por el respeto a los animales. Porque en el yoga hay ocho caminos para la iluminación y uno es seguir los yamas, se llaman yamas, que son varios; por ejemplo, Gandhi usaba el ahimsa, que es el yama de la no violencia. Entonces la no violencia es no matar, ni siquiera a los animales. No te los puedes comer porque son seres vivos. El Buda también dice: “Hay que ser sensibles a todos los seres”. Y pues ahí hubo un choque, porque los indígenas comen carne y matan, hacen sacrificio de animales; matan becerros y gallinas. Ahí hubo un choque tremendo, muy fuerte, que dividió la comunidad. Eso fue entre el 1995 y 2000. Los que estábamos unidos y hacíamos trabajos juntos nos separamos; y ya unos acusaban a otros, por ejemplo: “Tú eres muy hinduista, trayendo cosas extrañas”; o: “Tú eres muy indigenista, pero estás dejando tus bases, que son universales”. Porque este lugar era un lugar donde la persona podía realizarse como ser humano; iba a tener todos los instrumentos para poder realizarse como ser humano y claro, la realización es muy personal. Para unos es de una forma y para otros, de otra; pero, en un sentido muy amplio, es ser mejores personas, que también es entre comillas, claro. Y estábamos de acuerdo en que ser vegetarianos era muy bueno porque se respetaba a los animales. Por ejemplo, también a los árboles, no podarlos, no cortarlos; proteger a la naturaleza. Y veíamos que llegaban y cortaban para el temazcal y para poner su leña y entonces ya sí nos choqueábamos. Había muchos puntos de choque.

Entonces se fueron muchas personas de la primera generación, o ya han muerto, y como ya se abrió, antes no podías venir aquí si no eras vegetariano, o si tomabas alcohol, todo lo que fuera malo para la salud aquí no se podía. No se permitía el tabaco si no era en ceremonias, que es por ejemplo en la pipa, no sé si has visto la ceremonia de pipa, que la pasas y ya, pero no que anduvieras caminando y tú con tu cigarro. No, porque eso te hace daño. Si era una comunidad para ser mejores, pues debemos empezar por la salud física: hacer ejercicio, danzas, todo eso. Y ahí hubo una separación y los viejos pues ya se fueron y empezaron a venir unas generaciones que no tenían ni idea, que venían por lo indígena, que ya venían por las prácticas indígenas porque ya estaban ellos, cómo decir... los jóvenes siempre buscan novedades; quitarse el aburrimiento de la ciudad y ver qué hay. Entonces en cierta forma pues fueron llegando, muchos ya usan alcohol en sus casas, son carnívoros; no lo digo despreciativamente, pero sí cambiaron su dieta, que no es correcto y, aunque se mantiene, ya no hay reglas fijas para vivir aquí. Sí hay unas que no son explícitas que se dan. Tienes que tener cierto perfil, pero ya no como antes que eran unas reglas específicas: si no cumples con esto y con esto pues no, puedes ir a otro lugar, el mundo es grandísimo. Y ya.

AB: ¿Y cuáles son esas reglas implícitas?

S: No hay muchas, pero antes, por ejemplo, era más abierto en la cuestión social; se daba mucho el fenómeno de que había parejas que se separaban y no había problema (como en todo el mundo, si no funciona pues se separan y ya), pero en las últimas generaciones se han vuelto más moralistas.

[...] Aquí empezó a haber un predominio del jefe de familia que mandaba, cuando antes la mujer y el hombre eran iguales, inclusive a veces la mujer tenía un mayor rango que el hombre. Ahora es raro, hay muchas familias que han permanecido con su pareja, y el hombre es el que sobresale, y la mujer es la que le mantiene todo; es una secretaria por así decirlo y veo más moralismo con las mujeres, no con los hombres. Antes era más libre en ciertas cosas. Digo, no es malo tener una moral, pero la siento un poco con tendencias machistas, no sé si me equivoco, pero es mi percepción. Y ya no hay un punto común que nos una. Es una paradoja, porque nos abrimos para ser un conjunto armónico, diverso, y ahora predomina determinada tendencia, y lo básico se ve como extraño, amenazante. Por ejemplo, todo lo del yoga y todo eso, lo del Concejo de Visiones, permacultura y todo eso, se ve como una amenaza.

AB: ¿Y por qué?

S: Porque, pienso, así muy desde mi punto de vista, que las prácticas indígenas también son como una religión, que también son muy dogmáticas; que nosotros les abrimos aquí como invitados, pero han permeado en las personas de aquí; entonces tienen cosas, disciplinas también diferentes.

AB: ¿Cuántas familias viven aquí ahora?

S: Como 10 yo creo; antes éramos a veces 18 o 19.

AB: Entonces estas familias adoptan, cada una, una visión indígena.

S: Sí, son como clanes. Cada familia representa una tendencia. Y digo, está bien, pero...

AB: ¿Cuáles son estas tendencias?

S: Los danzantes del Sol (una tradición lakota); la Promesa del Sol, que es una tradición rarámuri; los rarámuri [en este caso] son los de Chihuahua, una etnia, tarahumaras, pero unos que viven en Estados Unidos, porque como antes no tenían la frontera, quedaron allá algunos, igual que los apaches, porque todo eso pertenece a México; casi una tercera parte de Estados Unidos hace 100 años era México.

Yo saco la conclusión de que como son tradiciones muy antiguas, todavía en ellas está muy presente la posición del líder y del hombre, del género masculino, que deciden gran parte de las cosas. Ahora estamos en la prehistoria de la igualdad de sexos, de clases sociales que trae simbólicamente la edad de acuario. Son dos ondas paralelas iguales y eso simboliza que el rey y el súbdito están en la misma posición; la mujer y el hombre, la naturaleza y el ser humano. La naturaleza como un ser viviente; eso sí es una de las cosas de los indígenas que ellos han conservado; es una de las cosas que yo he aprendido de ellos porque yo lo sabía intelectualmente, pero es un sentimiento muy profundo de que todo está vivo, que todo siente y ya se materializó, por ejemplo en Bolivia, que ya en la Constitución la Madre Tierra tiene sus derechos constitucionales, y en México hay una petición de que se le reconozcan sus derechos, y que no cualquiera pueda llegar y saquear y hacer lo que se le antoje. Y eso es de los indígenas; los indígenas siempre han estado conectadísimos con las raíces de la naturaleza, en todo el mundo.

AB: Pero cuando usted dice que la naturaleza es un ser viviente, ¿eso cómo se manifiesta en su vida cotidiana?

S: ¿En mi vida cotidiana? No comer carne. Tenemos un dicho: “Donde quiera que llegues, déjalo mejor que como lo encuentras”. Tratar de que haya más oxígeno, más plantas, más árboles; yo con mi familia hemos sembrado muchos árboles. Aquí estamos produciendo suelos que sean fértiles porque esto es pura arena, estamos sobre el eje volcánico; Jalisco quiere decir arena; escarbas y es pura arena, es espuma de volcán, casi no hay capas orgánicas, es un 2 por ciento. Entonces, una de las cosas es restaurar los suelos, es lo que nosotros estamos haciendo aquí.

AB: ¿Y cómo lo haces?

S: Por medio de la permacultura, con materia orgánica, lombrices, acolchados, microclimas; aquí no había ni pájaros; había dos árboles en todas las 38 hectáreas. Y ha sido muy lento porque no tenemos los medios económicos. Nosotros hemos sobrevivido fuera del Estado, hemos estado en libertad.

AB: ¿Cuál fue la razón por la que fue elegido este lugar para hacer la comunidad?

S: Pues porque estaba cerca de la ciudad, y estaba lejos, y era un terreno que nadie quería, porque ya no servía para nada, ni para vacas ni para sembrar porque no crecía nada, y algo ha de haber visto el maestro, no sé. También teníamos una vista de casi 360 grados; ahora ya no porque los árboles crecieron, pero se veía todo el valle. Aquí había asentamientos prehispánicos.

AB: ¿Cuánto tiempo pasa en la huerta?

S: Fíjate que tengo como dos meses de vacaciones [ríe], porque estuve como dos años diario, entonces me apasionaba tanto, pero me descuidé y me empecé a poner débil porque estaba sola. Levy salió a Brasil a una comunidad allá a dar unos cursos de permacultura, pero ya en el 2016 estaba 10 horas, sembrando y poniendo plantines, haciendo bokashi, yo sola paleando, y me agoté, y ahora ya estoy otra vez fuerte y ya voy a empezar. Sí hago cositas, pero cuando estaba así no quería ni meterme a la casa. ¡Ah, ya se va el sol! Decía.

AB: ¿Y qué la fascina tanto?

S: Me encanta, no sé por qué. Me encanta ver que aquí no se daba ni el pasto, no se daba nada; ver que sí se puede y que es sencillo; es cosa sencilla, nada más cuestión de ponerte a hacer el sistema para que luego sólo él se vaya autoproduciendo. A mí me gusta mucho y me gusta mucho el arte, entonces puedo hacer eso, puedo hacerlo.

AB: ¿Y cuál es la enseñanza más grande que le vino de este trabajo diario de la tierra?

S: Se me abrió el corazón. Yo era muy fría, muy mental; sí decía: qué lindo amar, pero ahora sí lo siento; sobre todo cuando paso mucho tiempo sola y en silencio hay una conexión real con los árboles; yo hablo con ellos [ríe]. Antes decía que yo hablaba con los árboles, pero un diálogo con mi loca cabeza; pero he sentido esa conexión, no te digo que siempre, para qué voy a mentir, pero hay momentos en que siento que me perciben y que yo los percibo, así como parte, como una familia, cosa que yo en la ciudad no hubiera podido. Y también la magia de ver de una semillita chiquita, ver salir un árbol, y verlos crecer. Yo nunca pensé que fuera a ver crecer los árboles que sembramos. Empezamos con semillas, imagínate, tardaban años. Ahora ya vamos y traemos árboles grandes y los ponemos; pero sí, eso fue, me abrió el corazón. Y realmente entender que todos somos uno, que estamos en un caldo de cultivo, pero que nuestra mente crea mucha separación, pone muchas etiquetas, va separando. Está bien, para hacer métodos, pero... es increíble ver el sol, las tardes tan hermosas, es muy bonito. Y eso me ayudó a entender el mar, porque yo nunca entendía el mar, me daba miedo, lo veía yo... Pero después de eso, cuando fui al mar, fue algo tan fuerte concientizarme de su poder, de su fuerza, de su movimiento eterno, nunca se detiene, y así es la vida, un océano. Yo estoy enamorada de la naturaleza. Siento que ése es el camino y que, si no volvemos a respetarla —porque hay que respetar, no pensar que podemos llegar y cortar un árbol porque se nos antoja o escarbar un lugar porque ganamos dinero, porque no está en juego la naturaleza, ella se recrea a los 100, 200 años—, está en juego la humanidad; antes me preocupaba mucho, pero me dije: no, no te preocupes. Uno pone su grano de arena y no puede uno saber qué va a ser en el futuro. Pero también soy más sensible al sufrimiento, porque en la naturaleza se ve mucho, la sobrevivencia. Aquí por ejemplo he apreciado la maternidad, porque es muy difícil sacar a los hijos adelante aquí, y yo digo: ay, qué difícil, y luego que los muchachos en muchos lugares se pierdan, se enfermen, o hagan cosas que no deben. Digo: ay, es demasiado esfuerzo.

AB: Y dice que uno de sus hijos lo tuvo aquí en parto natural.

S: No, acá el más chico llegó como de cuatro años y medio.

AB: Pero las mujeres de aquí...

S: Ah sí, en su casa la mayoría.

AB: ¿Cómo funciona un parto natural?

S: Pues es también un proceso; yo daba yoga así que aprendí un método de yoga para parto y ejercicios. Entonces enseñar a los músculos a expulsar en el momento preciso, a estar tranquila, a disfrutar, a estar súper consciente de que estás trayendo un ser y que no venga violentamente.

AB: ¿Esto pasa en casa o afuera?

S: Aquí en casa; si se dificulta, porque a veces viene atravesado, hay una partera buenísima que viene ahora, pero antes las mujeres se ayudaban entre las mujeres; unas nacían en el camino, en el coche, unos cuates nacieron en el coche, dos gemelos. Sí, otras a veces tienen que irse porque llevan horas y ya traen el cordón enredado, entonces necesitan otro tipo de auxilio.

AB: Eso es lo que le pasó a Raquel ¿no?

S: Sí, eran horas y horas. Después, a los dos o tres días ya están listas. Yo en la noche ya andaba en la cocina y lavando trastes porque sientes que es algo extraordinario, pero no quedas anonadada por la anestesia ni la cirugía; así hacen las mujeres indígenas. Las tarahumaras se agarran de un árbol, se cuelgan y alguien recibe su bebé; se lo cuelgan atrás y ya se van a su casa. Yo creo que es importante hacer sentir a los niños en un ambiente de casa, que son recibidos sin agresión, sin ruidos, sin luces, sin golpes de instrumentos metálicos, sin anestesia la mamá, sin miedo. Fíjate, es un acto tan íntimo y ahí las enfermeras, los médicos hablando de cualquier cosa, no. Es más, la mamá debe estar casi sola, con otra persona y ya, no tanta gente. Pero bueno, son experiencias.


* Texto publicado con autorización de la autora.

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Narrativas Antropológicas, primera época, año 2, número 3, enero-junio de 2021, es una publicación electrónica semestral editada por la Dirección de Etnología y Antropología Soocial del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Secretaría de Cultura, Córdoba 45, col. Roma, C. P. 06700, alcaldía Cuauhtémoc, Ciudad de México, www.revistadeas.inah.gob.mx. Editor responsable: Benigno Casas de la Torre. Reservas de derechos al uso exclusivo: 04-2019-121112490400-203, ISSN: en trámite, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización del número: Íñigo Aguilar Medina, Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH, Av. San Jerónimo 880, col. San Jerónimo Lídice, alcaldía Magdalena Contreras, C. P. 10 200, Ciudad de México. Fecha de última actualización: 31 de diciembre de 2020.

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