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    María Isabel Hernández González


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La envidia y la brujería como obstáculos para el desarrollo comunal en Guadalupe Atenco, Estado de México
Envy and Witchcraft as Obstacles to Community Development in Guadalupe Atenco, Estado de México

María Isabel Hernández González
Dirección de Etnología y Antropología Social, INAH
mabel.gh@hotmail.com

Resumen: La envidia es la tristeza, pesar o dolor por el bien ajeno, el deseo de poseer algo de lo que se carece y que tiene el otro. Es un sentimiento que aparece en los grupos humanos, los cuales lo han enfrentado de diversas maneras. Se considera negativo y un obstáculo para favorecer la construcción de comunidades y las relaciones de solidaridad y ayuda mutua. En el barrio de Guadalupe, municipio de Atenco, Estado de México, existe la envidia por los logros que alcanzan las familias de este lugar. La envidia se vale de la brujería como instrumento efectivo para hacer daño; por medio de aquélla se pueden provocar enfermedades. Las brujas, conocidas desde la época prehispánica como mometzcopinqui, son unas de las principales ejecutoras de estas prácticas de daño.
     
Palabras clave: brujería; envidia; noche; comunidad; solidaridad.

Abstract: Envy is sadness, sorrow or pain for the good of others, the desire to possess something that is lacking and that the other has. It is a feeling that appears in human groups that have faced it in different ways. It is considered negative and is an obstacle to promoting the construction of communities and relations of solidarity and mutual aid. In the Guadalupe barrio, municipality of Atenco, in the State of Mexico, there is envy for the achievements of families in this place. Envy employs witchcraft as an effective instrument to harm, by means of causing diseases. These female witches, known since pre-Hispanic times as mometzcopinqui, are among the main agents of these practices to wreak harm.
     
Keywords: witchcraft; envy; night; community; solidarity.

Fecha de recepción: 17 de septiembre de 2018
Fecha de aceptación: 15 de noviembre de 2018

 

La envidia es la tristeza, pesar o dolor por el bien ajeno, el deseo de poseer algo de lo que se carece y que tiene el otro. La hostilidad y el sentimiento agresivo que experimenta el envidioso por quien disfruta de algo se presenta como intolerancia por el éxito ajeno, ya que no se admiten los logros del envidiado; con frecuencia el primero se compara con el segundo, y el resultado es siempre que aquél se halla en desventaja con respecto de éste; el dolor que eso provoca conduce al envidioso a intentar la destrucción del bien disfrutado por el envidiado. Este sentimiento negativo orilla al primero a la amargura y al desamparo, dada su impotencia frente al otro. La rabia que atormenta al envidioso puede hundirlo en la desventaja y suscitar en él la sensación de fracaso; se aísla, ocultando su envidia, lo cual crea sentimientos de frustración e insatisfacción.

La envidia conlleva un sentimiento de baja autoestima que incita al envidioso a estar al tanto de los defectos del envidiado y a desestimar las cualidades de éste para sentirse mejor o superior a él, lo que le confiere una justificación aparente para albergar rencor por los triunfos que el envidioso no ha alcanzado. El sufrimiento y el coraje pueden trastornar al que envidia y hacer surgir en él el deseo de dañar al otro.

A la envidia se la ha representado como una mujer vieja, fea, pálida, de cuerpo seco y enjuto, con estrabismo, entre otras formas. También ha aparecido vestida del color de la herrumbre, destocada y medusea, además, se alimenta de su propio corazón, que sostiene entre las manos. En la iconografía, las sierpes representan los malos pensamientos y el deseo de provocar daño; devora su propio corazón porque es el castigo que padece por envidiar a los otros.[1]

La envidia es un sentimiento que aparece en los grupos humanos de todas las culturas, y cada cual la ha enfrentado de maneras diversas. Existen relatos acerca de la forma en que los envidiosos realizan sus comportamientos malignos, así como de los métodos empleados para protegerse de ellos. La envidia es frecuente en las relaciones sociales y esta emoción humana ha sido documentada desde la Antigüedad: es famoso el caso de los hermanos Caín y Abel, registrado en la Biblia. Por la frecuencia de este sentimiento en todos los tiempos se considera que es algo negativo para la armonía y convivencia de las relaciones humanas en las comunidades.

El ser humano es, por naturaleza, proclive a contrariar las normas que impone la cultura para la conservación de la sociedad, sus impulsos y deseos lo convierten en un enemigo potencial para las reglas que restringen sus libertades pulsionales. Freud señala lo anterior en su obra El malestar en la cultura, y así lo expresa: “Los seres humanos admiran el poder, las riquezas y el éxito que es lo que pretenden para sí”.[2] Casi indefectiblemente esto hará surgir a envidiosos cuando algunos consigan sus objetivos y otros no. Lo que debe atenderse es hasta qué punto el envidioso actuará en contra del envidiado y cuáles serán las consecuencias.

Los etnólogos que han estudiado las emociones humanas y sus efectos en la vida social señalan el carácter violento y negativo de la envidia. James Mounsey Taggart, quien ha estudiado esa emoción entre los nahuas de la Sierra Norte de Puebla, se ha enfocado, entre otras cosas, en la envidia identificada en la relación suegra-nuera dentro de la familia patriarcal, y ha concluido que la envidia obstruye la cooperación y la solidaridad en las comunidades humanas. En las sociedades humanas existen la envidia y el amor; estos sentimientos se presentan como emociones antagónicas entre sí. El amor orienta la energía hacia el trabajo y la resolución de problemas, mientras que la envidia causa divisiones y rivalidades entre los individuos. La conclusión es que las emociones no actúan solas sino en combinación para producir efectos en la vida social.[3]

Un autor que ha analizado las relaciones entre envidia y brujería en una comunidad zoque es Norman D. Thomas, quien emprendió su trabajo de campo entre 1964 y 1965 en San Bartolomé Rayón, Chiapas. La investigación reveló que la envidia opera como una emoción antisocial en esta comunidad campesina y describe el papel que desempeña en el sistema ceremonial religioso.[4] Su trabajo es interesante debido a que plantea que la brujería es un instrumento para causar enfermedades y otros males en las personas envidiadas.

En el barrio de Guadalupe Atenco, en el Estado de México, se ha encontrado, tal y como lo señala Thomas, que la brujería es un instrumento para ocasionar enfermedades y otros males a las personas envidiadas; además, se observó que el amor opera como una emoción positiva que actúa sobre la cooperación y la solidaridad en las comunidades humanas, según lo ha hecho notar Taggart.

La envidia y la brujería en el barrio de Guadalupe Atenco

El barrio de Guadalupe, perteneciente al municipio de San Mateo Atenco, Estado de México, es una localidad de ascendencia nahua situada en la ribera del segundo vaso fluvial de los tres que forma el alto Lerma, el denominado Chimaleapan.

El barrio se divide en Guadalupe de arriba y Guadalupe de abajo (o Guadalupe oriente), siendo esta última la parte que se ubica junto a la laguna; allí se concentraban (antes de la desecación de la mayor parte de las lagunas en las décadas de 1960 y 1970) las familias de pescadores y tejedores de petates y otros objetos de tule útiles para las familias campesinas.

Como resultado de las investigaciones, se ha considerado que en esta localidad la brujería es un instrumento para inducir enfermedades y otros males a las personas envidiadas. Aunque con el correr del tiempo ha ocurrido un cambio económico y ambiental en esta región, desencadenado precisamente por la desecación de las lagunas (llamadas ciénagas por muchos), y a la posterior urbanización, industrialización y modernización capitalistas, no se ha modificado la concepción de considerar a la brujería como un instrumento del que se vale la envidia para ocasionar daño.

Las familias que prosperan y logran una mejoría económica o de algún otro tipo son objeto de envidia. Las mujeres jóvenes y guapas también deben cuidarse de las envidiosas. Si se toma en consideración esta creencia, las familias y las personas que logran algún beneficio —y a su entender son susceptibles de despertar envidias (un buen empleo, un negocio, alcanzar un grado académico o alguna otra mejoría)— deben protegerse de los males que algún envidioso puede causarles.

No se sabe quién siente envidia, pero es probable que exista un envidioso que quiera dañar por medio de la brujería. Los envidiosos disimulan su envidia, pasan inadvertidos y ocultos, ya que no dejan descubrir que padecen esa emoción negativa, reservan sus intenciones y pueden parecer amistosos, razón por la cual la familia o la persona envidiada no sospechan del envidioso que urde un daño.

La brujería, entendida como un conjunto de técnicas y prácticas mágicas para realizar hechizos y encantamientos en contra de individuos y familias y cuya finalidad es causar un mal, la ejercen en esta localidad las brujas y los brujos. Las brujas son de dos tipos: las mometzcopinqui,[5] que son las que se quitan las piernas y se transforman en bolas de fuego y en animales (según la tradición mesoamericana),[6] y en el segundo tipo se engloban las brujas que no se transforman para hacer el mal y lo cometen por su propio deseo de ocasionar daño a alguien o por encargo, es decir, cobrando a sus clientes por los servicios prestados. También en el caso de los varones se habla de dos tipos de brujos: los llamados nahuales[7] y los que, sin serlo, practican la brujería al servicio de sus clientes a los que cobran cierta cantidad o retribución.

Las brujas mometzcopinqui

En la época campesina (para el caso en cuestión, ésta comprende hasta la década de 1970), las familias veían desde sus viviendas luces como fuegos en la zona oscura y arbolada de la laguna. Eran bolas de fuego que se escondían en los árboles altos y pasaban de uno a otro, como si jugaran o bailaran; se observaban con mayor frecuencia en tiempos de lluvias debido a que la vegetación crecía más en la zona de zanjas de la laguna. Aquéllas eran las brujas que se escondían y actuaban encubiertas para hacer el mal, justificado por la envidia. Desde el follaje de los altos árboles sorprendían a sus víctimas. En la década de 1960 se tendió la red eléctrica en el barrio de Guadalupe y así llegó el alumbrado público; pero antes de ese cambio, los pobladores caminaban por veredas oscuras y se alumbraban con linternas de petróleo, y en ese contexto podían encontrarse con alguna bruja.

Las brujas que se transforman en bolas de fuego durante la noche parecen mujeres comunes durante el día y pasan inadvertidas —tal como lo hace la envidia—; bien podía tratarse de parientas o vecinas a las cuales se tiene como mujeres reales sin sospechar que son brujas. La gente refiere que esas brujas se transforman en la noche. Sin que el marido lo advierta, ellas salen de la cama y se dirigen al fogón, lugar donde dejan sus piernas y sus ojos. Regresan antes del amanecer sin que nadie note su ausencia. Las brujas trabajan en secreto, trasformadas en bolas de fuego, en gatos, en perros, guajolotes o gallos. Son entidades que hacen daño, y la envidia es una de las razones por las que causan el mal.

En la época campesina se decía que las brujas bolas de fuego buscaban a los recién nacidos para chuparles la sangre porque se alimentaban de ella; los niños de algunos meses de edad eran los más apetecidos por estos seres nocturnos. Las madres que tenían hijos pequeños cerraban puertas y ventanas antes de que anocheciera para protegerlos y colocaban unas tijeras en forma de cruz y un recipiente con agua. Todo ello servía para espantar a las brujas, que, al ver su rostro reflejado en el agua, se asustaban. La veracidad de la creencia en esas visitas se confirmaba cuando amanecía muerto un recién nacido sin causa aparente. Cuando llegaban a la casa donde había un bebé, las brujas lograban con su magia que nadie notara su presencia, induciendo que la familia entera durmiera profundamente.

Al día siguiente, la muerte del recién nacido delataba la visita nocturna de las brujas, que habían chupado la sangre de su víctima.[8] Lo que parece que sucedía era que los padres, accidentalmente, asfixiaban o aplastaban a su hijo. En esa época se acostumbraba que “la mamá en el petate abrazara al bebé y así durmiera”; esto resultaba peligroso, ya que, si el marido dormía con la mujer, las consecuencias para el bebé podían ser fatales ante el riesgo de asfixia. La explicación cultural que se daba a este hecho exoneraba a los padres de una terrible realidad que no podía soportarse (que ellos mismos reconocieran que eran los verdaderos responsables de la muerte de su hijo); pero gracias a esta explicación cultural, los padres pensaban que las brujas habían matado al recién nacido y se liberaban de la culpa. En esos casos la envidia se halla vinculada con los hechos debido a que las brujas envidiaban a las mujeres fecundas.

En la actualidad, los habitantes de esta comunidad continúan pensando que este tipo de brujas existe en la realidad como en tiempos pasados (desde la época prehispánica), con la diferencia de que ahora las brujas se ven menos debido a que hay más gente y a la iluminación con luz eléctrica durante las noches. Sin embargo, en la oscuridad de la laguna y en los montes se presentan las brujas y aún cometen daños por la envidia. No se sabe si el daño se debe al encargo de algún envidioso o si las brujas mismas son las que envidian ya que conocen bien a las familias de la comunidad. En las noches, sea en las calles o en los patios, los gatos, perros, gallos o guajolotes en realidad pueden ser brujas; en esas horas, cuando se escuchan peleas de perros o gatos, puede que se trate en realidad de brujas, que se hallan en los árboles o en los techos de las casas. En ocasiones se perciben pisadas y risas como burlas y las familias cierran lo mejor que pueden puertas y ventanas. Cuando llegan estas brujas a las casas lo hacen sin piernas y sin ojos, parecen pequeños duendes que brincan.

Existen testimonios de visitas de brujas las cuales son temidas como personajes terribles y malignos. A raíz de ellos, en el barrio de Guadalupe se acostumbra disparar a gatos y a perros negros y grandes que intenten introducirse en las casas. Uno de los testimonios afirma que en una ocasión un vecino disparó contra un gato negro grande y al día siguiente una vecina traía una pierna vendada, lo que corroboraba que ella era bruja y quería hacer daño. Estas brujas provocan enfermedades a las personas envidiadas, quienes de manera paulatina enflaquecen y enferman sin conocer la causa verdadera de esta alteración.

En el barrio de Guadalupe Atenco, esta creencia lleva a quienes se sienten envidiados por alguna razón a tomar precauciones y mantenerse vigilantes, dado que no saben quién es el envidioso que les desea un mal. Ello concuerda con lo planteado por Freud, quien asienta que “La existencia de esta inclinación agresiva que podemos registrar en nosotros mismos y con derecho presuponemos en los demás es el factor que perturba nuestros vínculos con el prójimo”.[9]

En este mismo barrio se recogió un testimonio de una señora enferma que aseguraba que llegaban las brujas a querer dañarla. A su hijo le pedía que no se fuera porque estaban por llegar las brujas a visitarla: “¡Vienen a molestar, a fregar! Yo les digo: ¡ya váyanse! ¿A qué vienen, qué quieren! Me tienen envidia porque tengo un hijo que ya es abogado y otro que tiene un negocio”. Relata que sintió que la apretaban y al responder con una patada logró pegarle a una bruja en la espinilla. Al día siguiente una vecina tenía lastimada una pierna debido a que era una de las brujas que visitaron su casa. Cuando alguien enferma debe preguntarse si es debido a una brujería por envidia.

La envidia y la brujería como obstáculo de la vida comunitaria

La envidia es una emoción humana que se presenta junto con otras emociones negativas, tales como el egoísmo, el rencor y el odio; éstas tienen una actuación en la estructura social y en las relaciones entre mujeres, entre hombres y entre unas y otros. Por lo general surgen cuando se establecen relaciones de competencia y rivalidad entre vecinos, parientes, compañeros de trabajo, etcétera; es decir, en contextos en los que alguien ve en el otro a un rival a vencer, razón por la cual se obstruyen la cooperación y la solidaridad, así como los lazos de ayuda mutua que podrían crearse entre familias e individuos.

El amor y la envidia existen en el seno de la sociedad humana con sus respectivos discursos, acciones y consecuencias; son fuerzas antagónicas. La envidia, relacionada con otras emociones negativas y en conjunto con la brujería dentro de un contexto cultural determinado, se plasma en seres sobrenaturales; así es como surgen esos personajes maléficos que representan o simbolizan los sentimientos humanos nefastos que subyacen a la sociedad y actúan con consecuencias. Estos seres maléficos se presentan en la noche,[10] la cual se considera peligrosa y cargada de riesgos que pueden acarrear incluso la muerte. La noche es similar en gran medida a la parte misteriosa, oscura y desconocida de la mente humana, en la que se encuentran los sentimientos y deseos desconocidos que pueden desencadenarse sin causa aparente. La noche se asemeja a la parte reprimida de la vida pulsional que amenaza con tomar revancha contra las normas y exigencias culturales de las que habla Freud. Estos seres malignos personalizan las fuerzas de dichas emociones que acechan desde la oscuridad y amenazan con la violencia.


[1] Cesare Ripa, Iconografía I (Madrid: Akal, 1996), 342 y 343.
[2] Sigmund Freud, El malestar de la cultura, en Obras completas, t. XXI, ordenamiento, comentarios y notas de James Strachey y Anna Freud (Buenos Aires / Madrid: Amorrortu, 2010), 59-140; vid. 60-65.
[3] James Mounsey Taggart, “El amor y la envidia. El discurso moral sobre las emociones de los nahuas de hoy en día en la sierra norte de Puebla” (conferencia pronunciada en el salón de Educación Continua del Colegio de Antropología Social de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, lunes 22 de octubre de 2012. Comunicación Institucional Boletines BUAP).
[4] Norman D. Thomas, Envidia brujería y organización ceremonial. Un pueblo zoque (México: SEP, 1974).
[5] López Austin, en su interesante artículo “Cuarenta clases de magos del mundo náhuatl”, se refiere a las mometzcopinqui, de quienes señala que “Serna traduce ‘a la que se arrancaron las piernas’; Garibay K. ‘que se da golpes en las piernas’; Key y Ritchie dan al verbo metzcopina el significado de ‘desarticularse los huesos de los pies [...] El Códice florentino parece indicar que la acción a que se refiere el nombre es propia de las mujeres”. Alfredo López Austin, “Cuarenta clases de magos del mundo náhuatl”, Estudios de Cultura Náhuatl 7 (1967), 87-117, 92.
[6] Idem.
[7] Alfredo López Austin señala: “De algunas almas se creía no sólo su poder de externarse, sino de internarse en otros cuerpos. Es el caso de ihíyotl, de los antiguos nahuas, el mago con poderes y conocimientos suficientes para ello enviaba a su alma a invadir a otras criaturas, y esta alma, ya posesionada de su nueva cobertura, cumplía con la voluntad de su dueño actuando dentro del cuerpo ajeno. La relación es llamada nahualismo, pues se nombraba nahualli tanto al emisor del alma como el receptor violentado”. Alfredo López Austin, Las razones del Mito. La cosmovisión mesoamericana (México: Era, 2015).
[8] Una de las causas pudiera ser el síndrome de la muerte súbita del lactante (SMSL), que “se define como la muerte súbita de un lactante de menos de un año, cuya causa permanece inexplicada después de una minuciosa investigación del caso que incluya autopsia completa, examen del lugar de fallecimiento y revisión de la historia clínica [...] La gran mayoría de los casos ocurre entre la media noche y las 9:00 de la mañana, por lo que se ha supuesto que acontecen durante el sueño”. J. Sánchez Ruiz-Cabello, “Prevención del síndrome de la muerte súbita del lactante”. En Prevención en la Infancia y la adolescencia (Previnfad) [actualizado en enero de 2016], acceso el 23 de abril de 2019, http://previnfad.aepap.org/recomendacion/muerte-subita-lactante-rec.
[9] Freud, El malestar..., 109.
[10] Jaques Galinier, al estudiar la noche mazahua, llama panoptikon a la visión espectral de los episodios nocturnos. En la noche “todo el espacio está virtualmente antropomorfizado lo que implica que los objetos del mundo actúen como humanos potenciales”. Jaques Galinier, “El Panoptikon mazahua visiones, sustancias, relaciones”, Revista Estudios de Cultura Otopame, núm. 5 (2006), 53 -69, 57.

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Narrativas Antropológicas, primera época, año 2, número 3, enero-junio de 2021, es una publicación electrónica semestral editada por la Dirección de Etnología y Antropología Soocial del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Secretaría de Cultura, Córdoba 45, col. Roma, C. P. 06700, alcaldía Cuauhtémoc, Ciudad de México, www.revistadeas.inah.gob.mx. Editor responsable: Benigno Casas de la Torre. Reservas de derechos al uso exclusivo: 04-2019-121112490400-203, ISSN: en trámite, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización del número: Íñigo Aguilar Medina, Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH, Av. San Jerónimo 880, col. San Jerónimo Lídice, alcaldía Magdalena Contreras, C. P. 10 200, Ciudad de México. Fecha de última actualización: 31 de diciembre de 2020.

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